La hoplomaquia fue un arte de combate con armas practicado como disciplina olímpica en la Antigüedad. Los Juegos Olímpicos Modernos continuaron con esta tradición al incluir a su descendiente directo, la esgrima, en 1896. Cabe mencionar que, en países como Italia y Francia, esta disciplina deportiva es muy apreciada, con cuotas importantes de popularidad. Introducida en nuestro país en 1933, la esgrima marca el debut de Costa Rica en las Olimpiadas, con la participación del sablista Bernardo de la Guardia en los Juegos de Berlín en 1936.
No hace falta decirlo, pero siempre es bueno recordarlo: La esgrima es un deporte que desciende directamente de las artes de combate con arma blanca. En este sentido, podemos considerarla casi tan antigua como nuestra capacidad para crear herramientas. Sin embargo, el surgimiento de la esgrima, tal y como la conocemos actualmente, podemos situarlo en el momento de la aparición de las armas de fuego: Es entonces cuando las espadas comienzan a perder importancia en batalla.
Una de las definiciones más populares de esgrima, la describe como la acción de tocar a un adversario con la punta o la hoja de un arma blanca (no punzocortante) sin ser tocado. Esta descripción tiene la ventaja de evocar las ideas de astucia, rapidez, destreza y osadía, que son fundamentales en este deporte. Igual que toda práctica humana, la esgrima cuenta con numerosos tratados teóricos, desde la Edad media, y que, en su evolución conceptual hasta el deporte contemporáneo que conocemos, aparte de teorizar sobre diversos aspectos relacionados con el movimiento del cuerpo y el manejo del arma, nos han legado valores como el respeto del adversario, la aceptación del juicio ajeno, el sentido del honor y la toma de responsabilidades, además del desarrollo de capacidades intelectuales, como el cultivo de un mejor conocimiento de sí mismo, la anticipación y la táctica, y físicas, como la flexibilidad y los reflejos; estas últimas resultado de la rapidez de las acciones. No es un cliché afirmar que, para salir airoso de un encuentro, en esgrima es necesario encontrar un equilibrio entre el cuerpo y la mente. Así, se trata de una disciplina elegante y armónica que nos invita a reflexionar y tomar decisiones en las situaciones más ajustadas, obligándonos de esta manera a un constante examen de nosotros mismos y nuestro contexto.
En algunos medios he escuchado la crítica, equivocada, de que la esgrima es un deporte elitista. Pero, ¿cuál deporte no lo es? Y si lo fuera, en vez de levantar barreras para las personas interesadas en acercarse a esta disciplina antigua, debemos crear vías para democratizar su práctica. Por esta razón saludo el buen tino de la Universidad de Costa Rica al incluir la esgrima, desde 1988, dentro de las opciones deportivas para la Comunidad Universitaria. Lo acertado de esta decisión queda comprobado con los impresionantes éxitos de nuestros deportistas, dentro y fuera del país. Los nombres de Dirley Yepes, Andrea Campos, Bradley Johnston y Alberto Cruz, entre los de otros destacados esgrimistas, han comenzado a calar entre un grupo de aficionados, cada vez más nutrido, que seguimos sus hazañas y festejamos sus triunfos, que también son nuestros.
Felicito a la UCR por esta increíble cosecha de deportistas que no es fruto de la casualidad, sino de más de 20 años de trabajo constante y de dedicación, que perpetúan nuestro vínculo histórico con antiguas tradiciones, que forman parte de nuestra identidad cultural mestiza, contribuyendo de esta manera a romper esquemas en nuestro país, al demostrar que el deporte no se limita a juegos de pelota, y probando que incursionar con éxito en nuevas áreas no solo es posible, sino que también es beneficioso y necesario para nuestro desarrollo, como personas y como nación. Los triunfos obtenidos no solo son motivo de regocijo; también son una excelente razón para reforzar esta disciplina en nuestra Universidad. Esta es una de las maneras en que la UCR abre brechas y da ejemplos, lo que sin duda también responde al mandato que tenemos por parte del Pueblo de Costa Rica.
