Dado lo anterior, cabe afirmar que los acuerdos de paz de Esquipulas, a los que he venido calificando como la concreción escrita de los términos de contrarrevolución blanda (ver al respecto nuestro libro “La desmovilización militar en américa central”, Dice Libro Editores 2008), impulsada por el entonces presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, por oposición a la contrarrevolución dura que impulsaban el presidente estadounidense, Ronald Reagan, el almirante John Poindexter y el asesor de seguridad nacional, Oliver North como un curso de acción que contemplaba operaciones militares en gran escala, incluyendo la intervención armada directa de los Estados Unidos. Esta fue una opción hábilmente jugada por el presidente costarricense de la época, quien contó con la decisiva asesoría del analista político chileno, John Biehl, dentro de los términos de una estratagema, que le permitió presentarse como un gobernante capaz de enfrentar los designios políticos de Washington durante la fase final de la guerra fría, cuando en realidad de lo que se trataba era de convencerlo de que la vía escogida por él, conduciría al logro de los mismos propósitos: aniquilar los procesos revolucionarios, pero sin tener que pagar el alto costo político que hubiera representado una intervención militar directa de los Estados Unidos, estando reciente el recuerdo de experiencias semejantes durante el conflicto bélico del Sudeste Asiático, a lo largo de la segunda mitad de los sesenta e inicios de los setenta. De ahí que Óscar Arias se convirtió en el artífice de la contrarrevolución que terminó por dejar casi intactos los intereses de los grupos oligárquicos del istmo centroamericano, al alejar los fantasmas de una revolución social.
La brusca caída de los indicadores sociales económicos, durante las últimas dos décadas, constituye otro elemento digno de ser tenido en cuenta desde una perspectiva regional, evitando así los análisis fragmentados que rompen con toda posibilidad de análisis de lo ocurrido durante la postguerra, al cortar toda conexión con el pasado histórico reciente. La baja de indicadores de esperanza de vida al nacer unida al aumento de la mortalidad infantil, la desnutrición y otros de carácter social económico referidos a salarios reales e inflación, nos dicen que los frutos de la aplicación de políticas neoliberales/ neoconservadoras, propias del Consenso de Washington, como otra parte de la estrategia de la contrarrevolución blanda, se tradujo el hecho de que en lo sucesivo la guerra continuará por otros medios, aunque sin actores sociales o políticos definidos y con rostro visible, pues el final del conflicto bélico no pasó de ser un cese del fuego, agravado por la miseria y frustración de las grandes mayorías de la región, como resultado de una contrarrevolución exitosa.