Con orgullo e ilusión, leo sobre un grupo de valientes estudiantes del TEC que partirán como concursantes para diseñar y construir una vivienda para adultos mayores, que sea amigable con el ambiente y que debe tener características de sostenibilidad, innovación y comodidad.
En el prototipo de los estudiantes, se aprecia el uso de la madera como material primordial, pues como los conocedores del tema saben, la madera es reconocida en los países desarrollados como la mejor aliada en la protección de sus bosques naturales. Países como EUA construyen el 85% de sus casas con madera, y en una década han duplicado su cobertura boscosa.Como material de construcción, la madera es 100% renovable, reciclable y reutilizable. Utilizarla permite reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Se reduce dramáticamente la cantidad de energía utilizada en su manufactura, comparado al concreto, plástico, acero o aluminio. Conserva el calor en invierno y con adecuada ventilación es más fresca en verano que una casa de concreto.
En un bosque de plantación, la fotosíntesis producida durante el crecimiento del árbol libera oxígeno y retiene CO2 (reduciendo la huella de carbono). Brinda belleza escénica, enfría el aire, protege el agua de los suelos, colabora con la biodiversidad, dándole cobijo y guarida a cientos de especies menores. Puede salvar terrenos quemados, deforestados o envenenados. Y sobre todo, reparte riqueza en zonas rurales del país.
Utilizando las maderas correctas (certificadas FSC, o provenientes de plantaciones forestales con manejo sostenible) y utilizándolas con arte y ciencia, podemos lograr construcciones bellas, ligeras (antisísmicas), rápidas, duraderas, protegidas contra insectos y hongos y, lo más importante, con costos competitivos.
Pero, cuando estos alumnos se gradúen y salgan al mercado laboral nacional ¿tendrán que engavetar sus conocimientos sobre la madera? ¿O mejor buscan nuevos horizontes en los países desarrollados?
¿Por qué será que en nuestro país cada vez se construye menos con madera?
Hasta finales del siglo pasado, el panorama era optimista: el país detuvo la tala ilegal y se estimulaba la reforestación; solo faltaba darle formalidad y solidez al sector forestal y constructivo, para que formalizaran sus relaciones en beneficio del país y de sus habitantes.
Distintos elementos independientes entre sí, se confabularon para crear una realidad bastante alejada del ideal de sostenibilidad; podemos mencionar los siguientes:
El alto costo de la tierra. Ausencia de investigación científica en el mejoramiento de semillas y manejo de plantaciones. No hay sistema de crédito adaptados a los reforestadores. Los productores no se quedan con la ganancia. Los conservacionistas ortodoxos (ambientalistas light, opuestos al desarrollo social y económico, por supuesto sin bases científicas). Y sobre todo, el desinterés y el desconocimiento técnico de diseñadores, arquitectos, ingenieros y constructores.
La realidad es que el país día a día aumenta su huella ecológica y con ello nuestra imagen internacional, en franco detrimento del turismo, nuestra gallinita de los huevos de oro.
Para llegar a ser Carbono Neutral, se necesita una sociedad civil educada, investigadora y organizada, que sepa cómo exigirle a los gobernantes de turno ser coherentes en su discurso y su acción. Que colabore con los profesionales de las ciencias forestales y de construcción. Que busque cómo bajar tiempos, costos, y al mismo tiempo proteger al ambiente y generar nuevas fuentes de empleo y de riqueza criolla. ¡Agregarle valor al país!
Eso hicieron los países desarrollados hace mucho tiempo; ahora nos toca tropicalizar sus mejores ideas y mejorarlas en la medida de lo posible.
¿Quizás que con el regreso de los estudiantes del TEC, abramos los ojos?