Exigencia caritativa

El amor dadivoso y pleno, sin restricciones, generoso y no de lástima se dice en latín charitas.

El amor dadivoso y pleno, sin restricciones, generoso y no de lástima se dice en latín charitas.

El apóstol Pablo dijo a sus discípulos de Corinto: Charitas urget nos (“la caridad nos apremia”). Quería decir, el ejemplo cristiano básico por excelencia es la generosidad más humana hacia los demás, hacia cada uno de los demás. Por supuesto que ello empieza con los más cercanos, con el más próximo, con el prójimo.

Suele suceder que en el mundo pueda uno encontrarse con gente extraña, malévola, despiadada, sanguinaria y fría. Algunos militares, políticos, policías, maestros, esposos, incluso suegras y  banqueros inescrupulosos podrían clasificar entre esa gente. El perdón es un amor excepcional: es el amor a quien nos hace daño, esto es, al asesino, al ladrón, al violador, al acosador, al majadero, a quien nos parece incómodo o estúpido, al agresor plurisistemático, a los primeros citados en este párrafo, al imperialista colonizador.

El perdón es un amor heroico. Es un amor que disculpa y que en lugar de asestar una descarga de odio y rencor que se convierte en sangre arrastrada a lo largo de la historia y de las generaciones, descarga un abrazo y no profiere ni palabras ni condenas. Para eso queda la autoridad pública legítima y sanamente constituida. Perdonar no es amnesia, como suele creerse, perdonar es amar y entender, recordar es inevitable y puede ser humanamente sentido para la futura prudencia hacia sí mismo y hacia los demás, incluidos quienes nos hacen daño.

¿Locura? Sí, es la locura del cristianismo, la locura del héroe que llega a ser héroe porque ama de manera bondadosa sin heredar la sangre y el rencor. Es la locura del amor generoso que puede ser más impactante y arrastrar más que un pelotón de cuchillos sangrientos, de tanques o armas bacteriológicas. Es más elocuente y cautivador que las cuentas bancarias de un político corrupto que no podrá evitar tarde o temprano ser juzgado por su patria, por sus conciudadanos, por la historia y por Dios a causa de su falta de caridad con los demás.

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