El Fondo Nacional de Becas (FONABE), fue creado, allá por el año 1997, es un “hijo institucional” de la administración, Figueres Olsen.
Esta entidad de interés público, tiene como meta fundamental favorecer la creación de una figura institucional, que coadyuve a generar cambios sociales en el seno de nuestra sociedad costarricense, como una solución aleatoria en el marco de las oportunidades de asistencia, a las familias de ingresos económicos bajo la línea de pobreza.
FONABE es una institución sin fines de lucro, que brinda la asistencia a estudiantes de escasos recursos, para que cursen y concluyan con éxito el proceso educativo.
Desde esa perspectiva, lo anterior es justo y perfecto en el ideario de la operadora de becas (FONABE), en administrar y ejecutar lo concerniente al desarrollo de subvenciones para el sector educación; lo que no está bien es su gestión organizacional, debido al servicio social que brinda a los usuarios; tanto es así, que el escenario cambia, es decir, “del dicho al hecho hay mucho trecho”.En ese sentido, las quejas de las familias beneficiadas, de los encargados de becas y directores institucionales, son muchísimas; todas apuntan hacia el mal trato de sus funcionarios, protocolos perversamente diseñados para la captura de información; decía la viceministra de educación, es mucho más fácil solicitar visa en la embajada USA, que completar el formulario de becas de FONABE.
Por otra parte, un centro de información telefónica decepcionante, acompañado de una página web dinosáurica, dilapidada en su limbo para estos tiempos de cambio; todo ello carente de sentido común, eficiencia, optimización de los recursos asignados y de una planificación estratégica.
Para lograr comunicarse con el centro de información, el usuario debe penitenciar alrededor de 30 minutos para ser atendido en ese call center; el resultado y espera de esa llamada trasciende hacia la deshumanización del servicio, ambigüedades, endosando los problemas que ellos ocasionan a los encargados de beca y directores institucionales, dando así soluciones prácticas e higiénicas, para eclipsar el problema de la tramitología institucional.
Estas impresiones descritas, adicionan las frustraciones de las familias de escasos recursos económicos de nuestra sociedad, desembocando de esta manera en conductas de cólera, engaño e impotencia, así como la pérdida económica en que incurren, tales como, transporte, alimentación, gasolina, peajes, estacionamiento, cuando deben trasladarse de lugares lejanos a las oficinas de FONABE (en San José).
Todo este “rosario de penas”, purgado por los sectores más desposeídos de nuestra sociedad, se halla y se traslapa en una tramitología burocrática hacia los protocolos de FONABE, donde el candidato beneficiario a una beca institucional, debe de cumplir, para él o ella, un reto y desafío; el premio a esta hazaña equivale, nada más y nada menos, a ¢17.000 al mes, una odisea, un calvario, para ese monto descrito… Pregunto: ¿es necesario este “brutalismo tramitológico burocrático”…, para el bien común, para el desarrollo de las economías familiares, para la paz social, para no engañar nuestros estómagos? No es necesario.
FONABE debe ser intervenida inmediatamente; posee el virus o enfermedad de la tramitología burocrática, que consiste en el exceso de controles superfluos, para la adjudicación de beneficiarios; sus traumas patológicos visibles son; ineficiencia del servicio social prestado, burocratización, tramitología por una beca de ¢17.000 al mes, protocolos de control informativo sumamente extensos; deben ser más expeditos, ejecutivos, y con una alta dosis de sentido común. A lo que vinimos: solidaridad social hacia los sectores más vulnerables de nuestra sociedad costarricense.