Fundamentalismo sionista

Como Mayer Tropper, en su artículo (Universidad No. 1918), no refuta mis consideraciones sobre el fundamentalismo sionista, sino más bien resella su instrumentación ideológica,

Como Mayer Tropper, en su artículo (Universidad No. 1918), no refuta mis consideraciones sobre el fundamentalismo sionista, sino más bien resella su instrumentación ideológica, llevándola al ámbito del pragmatismo, estimo necesario demostrar algunas falencias derivadas de su discurso, máxime que en una de ellas se me lanza al cuerpo.

Me alegra que mi interlocutor lamente los vicios de “los gobiernos marxistas reales”, incluidos “su dogmatismo y… su falta de racionalidad”. Mas no corresponde con la verdad objetiva afirmar que los vicios de desafortunados gobiernos marxistas hayan conducido las ideas de Marx al fracaso.

Las ideas, o “eidos”, según Platón, son puras e infalibles; y aunque expuestas a la degradación material (socialismo real, p. ej.), el “eido absoluto”, o idea de las ideas, se encarga de depurar la experiencia material de los “eidos concretos”, para que su desarrollo conduzca a la perfección teleológica, o a su encuentro con la idea absoluta (espíritu universal, diría Hégel). Lo místico en la teoría de las ideas de Platón y en el desarrollo de la idea absoluta de Hégel transmutó terrenalmente en la ciencia del materialismo dialéctico o método mediante el cual Marx descubrió las leyes del desarrollo del mundo, dejando, en lo social, un ámbito en donde las ideas, sin contaminar, concatenan lo mortal con lo infinito y eterno, y que llamamos utopía.

Asunto aparte es el tema de la justicia, o su ausencia, en el contenido de las ideas; que además, al igual que éstas, es patrimonio del pensamiento carnal y del divino, y se manifiesta como el demiurgo encargado de regir la realización material de las ideas, o de obstruir su manifestación cuando son injustas. Valga lo dicho para la utopía sionista.

Según Tropper, los fundadores del sionismo “eran marxistas y su pensamiento quedó reflejado con la creación de granjas colectivas… (kibutz)”. En qué grado los “sionistas socialistas” eran marxistas, es tema de discusión aparte. Lo que sí queda demostrado es que el socialismo real europeo no pudo barrer con las ideas socialistas en general, ni con el marxismo en particular, pues los kibutz perduran y sucede lo mismo con algunas conquistas de los trabajadores  alrededor del mundo.

Como buen fundamentalista, el señor Tropper se ha tomado la molestia maniquea de sumarme “a los enemigos de Israel” (me doy por notificado), pues considera “panfletaria” mi afirmación sobre “la política expansionista de Israel”, que acusaran de “sionismo expansionista” los árabes y los soviéticos a partir de la Guerra de los seis días. Veamos lo que al respecto registra una historiografía occidental para nada sospechosa de dogmatismo: “La intervención militar en Egipto por parte de Francia e Inglaterra en 1956 fue aprovechada por el estado judío para intentar la ampliación de sus fronteras. Israel, que al concluir el conflicto de 1947-1949 no sólo había asegurado su independencia, sino que había aumentado su territorio de unos catorce mil a veinte mil kilómetros cuadrados, vio en la intervención una oportunidad para expandir su territorio”. (Historia Universal. Instituto Gallach. Edit. Océano, Barcelona, 1991, T. 10, p. 3919). Y en cuanto al “ofrecimiento de Israel después de su victoria –en la Guerra de los seis días- de devolver todos los territorios capturados a cambio de la paz”, la misma fuente consigna: “La negativa de Israel a abandonar los territorios ocupados en 1967 significó para ese país la necesidad de prepararse para una constante tensión bélica”. (Ibídem).

Otra fuente, más actual e interactiva, reafirma la tesis sobre el expansionismo del Estado israelí: “Durante toda la década de 1950 se sucedieron continuos ataques por parte de grupos apoyados principalmente por Egipto, lo que llevó en 1956 a Israel, tras el bloqueo del estrecho de Tirán, a firmar una alianza para un ataque conjunto a Egipto con el Reino Unido y Francia, a su vez molestos con Gamal Abdel Nasser, entonces presidente de Egipto, por la nacionalización del Canal de Suez”. (Conflicto árabe-israelí. La guerra de Suez. http://es.wikipedia.org/ 12-10-2011).

En ningún momento he afirmado que los sionistas no estuvieran de acuerdo con la partición de Palestina que sancionara la ONU en 1947, solo que “Ben Gurion, que inauguró el cargo de primer ministro del estado de Israel, … tenía un viejo pensamiento de fondo: en carta a su mujer confió que un Estado judío “parcial” … era sólo un comienzo y que planeaba organizar un ejército de primera y utilizar la coerción o la fuerza para absorber toda la extensión del país” (Ibídem, La partición de Palestina y la creación de Israel).

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