Duele en el alma. Cuando miras el exterminio sionista de la población palestina de Gaza y su apropiación de cientos de acres en Cisjordania, las hordas neonazis asolando a Lugansk, amparadas en la OTAN, mientras el nuevo zar Putin prohíbe las manifestaciones LGBTTI, cierra filas con la iglesia ortodoxa y desempolva el chovinismo imperial ruso, y de paso guiña el ojo a los magnates chinos, los ayatolas persas y los gobiernos del realismo mágico latinoamericano, con stock petrolero.
La verdad es que sientes más náuseas que Ernesto Sábato y más urgencia de antidepresivos. El recuento de los daños es largo y lúgubre.Lo mismo cuando tus retinas se inundan con la sangría del pueblo kurdo y yazidí, mientras mercenarios de ISIS fabricados por la CIA y el MOSSAD, se disfrazan de islamistas (degolladores medioevales), y a la usanza de Al Qaeda, son el anillo al dedo para que Obama escale su ofensiva belicista (mientras en los tímpanos del pueblo de EE.UU. aún resuena su slogan de campaña: «Yes, we can!» -#$%!!) y está aún fresca la sangre afronorteamericana derramada por la policía racista en Ferguson, Missouri.
Cuando miras a México y Centroamérica, saqueados hasta el hartazgo y asolados por bandas de narcos y tratantes, mientras Peña Nieto, entrega el petróleo mexicano y encarcela a las autodefensas indígenas y populares, como la ejemplar comandanta Nestora Salgado, del pueblo de Olinalá, Guerrero.
Cuando miras el show grotesco de la aristocracia enfeudada al Banco Mundial y las mafias políticas locales, haciendo zafarranchos en el dizque primer poder de la República maltrecha en la que nos han degradado.
Duele, duele en el alma.
En vista de tanto tormento humano, mucha gente renuncia a la lucha por un futuro de esperanza y generosidad, para nuestra humanidad (que angustiosamente, es lo que nos impone con saña el sistema capitalista-imperialista-patriarcal); por mi parte, sueño y lucho por una salida, sé y atestiguo que es un sendero muy escarpado −y es virulenta y turbulenta la jornada−, aunque así no lo quisiéramos, pues como el viejo Trotsky decía: bregamos contra la corriente, como salmones (en mi caso, al igual que Silvio escribe y canta: «… comprendimos que la guerra era la paz del futuro»).
Pero: ¿será posible? Posible sí, inevitable, no, pues como el viejo ruso ya mencionado sintetizó magistralmente: «las revoluciones son imposibles, hasta que se hacen inevitables». No sé, pero siento y presiento que se podrá. Y si no es posible, ni modo, moriremos y nos divertiremos en el intento, como nuestros ancestros tenaces, creativos y bellos lo hicieron antes.
Un párrafo más: la fragua de esa posibilidad depende de nuestra voluntad colectiva, hecha multitud rebelde. De manera que para procurar salir del “infierno” en que nos encarcelan y nos hunden cada vez más, se requiere seguir a pie juntillas el consejo del magnífico Dante en su Divina Comedia:
«Déjese aquí cuanto sea recelo. Mátese aquí cuando sea vileza» -( «Qui si convien lasciare ogni sospetto. Ogni viltá convien che qui sia morta» ).