¿Gobiernos demo-cráticos o gobiernos demo-niacos?

En el abanico de las organizaciones sociales de ramificación política -dictaduras, autoritarismos, totalitarismos, anarquía, y por supuesto la democracia – deberíamos agregar una

La tierra no es el “paraíso”, pero definitivamente en la tierra existe un infierno o infiernos vividos y administrados, o como a muchos les gusta llamarlo, gobernados, representativamente hablando, claro está.

En el abanico de las organizaciones sociales de ramificación política -dictaduras, autoritarismos, totalitarismos, anarquía, y por supuesto la democracia – deberíamos agregar una más.

No es una organización política nueva, hoy pareciera ser cada vez más equiparada con una sistematicidad, y que aparentemente se mantiene con fuerza: los gobiernos demo-niacos.

Este sistema no es un gobierno del pueblo, ni de uno, ni de varios necesariamente, sino que es el pueblo, o sectores del pueblo intentando ser sometido a un régimen que no es ni totalitario, ni autoritario, ni anárquico, sino encarnizadamente infernal, es decir, certeramente brutal, des-almado y por supuesto con tintes de parecer eternizado.

El infierno del que hablamos no es ni el cristiano/católico, ni necesariamente el griego, aunque sí tiene tonos estilizados helénicamente. Me refiero al infierno en su matiz etimológico, lo subterráneo, y hasta lo inferiorizado. Por eso podemos decir sin problemas: vivir en un infierno, sin decir necesariamente que estamos muertos. Y vivir subterráneamente, que sería más como sobrevivir, es advertir no tener posibilidad de ver el sol; sin la posibilidad de andar por ahí – es decir, sin la libertad para deambular-, sino con indicaciones de por allí – con la determinación de caminos -. En otras palabras, es la cada vez más delimitada y reducida acción humana; propuesta que se disfraza con la proxeneta palabra de: derecho. ¿Y si algunos quieren en lugar de ejercer sus derechos, quieren ejercer sus izquierdos, qué?

Este tipo de gobiernos demo-niacos generan infiernos, esa es parte de su territorialidad y de su jurisdicción, y que sería el espacio para la vida de este demos, o partes del demos. En este sentido no permiten una vida en la superficie -o al menos la limitan-, a menos que sea “a cielo abierto”. Por tanto el disfrutar del sol, el aire, la playa, etc. perecieran ser ahora, en lugar de libertades, derechos, claro, derechos restringidos. No es solamente hablar de régimen de gobierno, sino más doloroso aún gobiernos o regímenes de vida, vida segregada, particularizada, y como ya dijimos soterrada/subterránea. Aquí precisamente en el sentido de vida inferior, o inferiorizada. Por tanto estos gobiernos, más allá de lo estatal, no para todos ni todas, disminuyen las potencialidades de vida. El sufrimiento -que no es monopolio de religiones, aunque en buena medida se emplea de esa forma -, la penuria, y la incertidumbre humana, volcada esta última sobre la penumbra y bajo sombras custodiadas, no evidencian ni siquiera de reojo un purgatorio como sinónimo de mejoría, poniéndonos un tanto cristiano/dantescos.

Las y los que no viven la parte infernal del régimen se podrían encontrar en guetos “paradisiacos” escondidos e inalcanzables en la superficie. Por tanto, podríamos estar ante una eventual revolución a estos gobiernos. A este régimen o sistema socio-político se le podría avecinar una revolución, o al menos una rebelión que podríamos llamar del o por el sol. El problema es que como ha sucedido en la historia con el nacimiento de defensa, surgimiento de rebeliones y de revoluciones, al ser esta última del/por el sol, es demasiado ardiente, demasiado radical, y podríamos quemarnos, como ha sucedido. En este caso la vida en el infierno es tan flameante como la vida en un posible intento de revolución. Y este régimen de vida estaría imposibilitando existencias específicas, sin querer/ni poder adentrarme a pensar en el complicado Arte/técnica de vida – arte de la existencia – que se nos podría estar negando u obstaculizando encontrar o crear. La existencia de unos estaría siendo negada por parte de una sistematicidad gubernamental, estatal, social y ambiental. Nada menos que una vida casi condenada a lo diabólico, consignada a representar lo bajo y desagradable de la sociedad. Lo que no quiere vivir oculto, pero obligado a vivir ocultado, a menos que asolee la cabeza bajo la amenaza de la guillotina.

Las propuestas hacia la administración de la muerte, la vida, la coordinación de la existencia y la coordinación de la desaparición pasan por lo que apresuradamente podríamos llamar burocratización de la muerte, en Estados relativamente fuertes. Pero cuando no se tiene este tipo de Estados lo que se encuentra más bien son acciones atroces ejercidas en la protección de dos sombras, la sombra de lo que existe de Estado, y la sombra de las fuerzas humanas diversas. Por esta razón, en buena medida, las sombras de los árboles hoy ya no necesariamente nos ofrecen un lugar, ni un distanciamiento propicio para disfrutar del sol ni su luz, sino son sombras custodiadas, las cuales las convierten, en vez de refugio, en prisión y hasta en desaparición. Así, no solo el sol está custodiado, la sombra y espacios oscuros también. No es la total imposibilidad de acción, es la avasallante dinámica de gobiernos demo-niacos los que ejecutan maniobras no de buenos déspotas según J.S. Mill, sino de administradores despóticos. Parece que nos está llevando el diablo, como hace 3 años –abril 2007 en este medio- H. Gallardo nos recordaba.

Las resistencias no son pocas ni ciegas. Las llamas que cubren este infierno merman todos los días con retazos fuertes de brisas y aires que refrescan la vida. Se asoman cabezas para sentirlo. No es buscar un paraíso, ni en la tierra, ni en otro lugar, es no morir en un infierno, ni vivir en uno. Es vivir en un espacio donde la vida no esté ni capturada, ni inferiorizada. Alejándonos de esa idea tan monstruosa de R.Á. Herra sobre el extermino de toda clase de vida, o la posibilidad de ello. ¿Son diablos/demonios los que lideran esos gobiernos? Esta pregunta no se responde sola, para abórdala tenemos que responder esta otra: ¿Somos pecadores/infieles los que experimentamos esos gobiernos? Las respuestas de una pregunta amarraran la otra. La justificación de una es de la otra. Un silogismo diabólicamente político.

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