Golpeando indigentes

Las tomas de policías golpeando indigentes ya no es algo que nos llegue del exterior. El otro día no pude evitar la completa indignación

Las tomas de policías golpeando indigentes ya no es algo que nos llegue del exterior. El otro día no pude evitar la completa indignación al ver en un video a dos policías golpeando a un indigente en San José (situación que inicio una dulce mujer policía –a ver qué dicen ahora las feministas).

¿Por qué pasa esto? La respuesta simple sería el abusar de una posición de autoridad para someter al débil e indefenso y así acrecentar el propio ego, sentirse poderosos. Sin embargo, el asunto es más complejo.

Primero, para la mayoría de gente el indigente no trabaja. Lo cual es un error, que en el mejor de los casos sería que no produce bienes o servicios para el capital, o sea, no produce plusvalía que sea apropiable por un capitalista. Lo cual implica el prejuicio de creer que solo el trabajo que produce en términos capitalistas es trabajo. Si el indigente, dentro de una concepción amplia y no-ideologizada de trabajo, no trabajara, ya estaría muerto.

Segundo, para la gente común o incluso algunos perdidos economistas, el trabajo capitalista es una cualidad moral. Si se trabaja produciendo bienes y servicios se tiene, entonces, valía. Una niña de nueve años muere y los padres dicen a la prensa que ella era muy buena y “trabajadora”. En realidad, a esa edad, la niña no asume el trabajo en sentido capitalista, el trabajo (en sentido amplio) es parte de sí misma y de su posibilidad de desarrollo psicosocial, es juego. Asimismo, el hecho de que alguien tenga trabajo en sentido capitalista parece darle luz verde para cualquier cosa; se puede luego ser drogadito, mal padre o madre, falso, sociopático, etc., pero si se trabaja se es bueno.

Tercero, la gente cree que quien no trabaja en términos capitalistas es un parásito, lo cual ignora que el capitalismo solo funciona si y solo si hay un número determinado de la población en desempleo, es decir, el capitalismo requiere del desempleo estructural para mantener bajos los salarios y tener fuerza de trabajo de reserva. Luego, quien tiene trabajo, capitalistamente hablando, se podría decir que simplemente tuvo “suerte”. El quedar excluido del mercado capitalista del trabajo es una cuestión coyuntural, es azar.

Por lo tanto, si se tiene trabajo en una empresa, por ejemplo, no es porque se es moralmente mejor que el indigente o porque el indigente es un vago, sino debido a que se dieron las condiciones para acceder a un bellísimo empleo “formal”.

Es muy común ver la gente yendo hacia la parada de buses, con fuerte camisa de manga larga y corbata, y pasando junto a quien limpia el caño y observar en la mayoría de estos un aire de arrogancia y falsa superioridad. Ahora cuando no es un limpiacaños, sino un indigente la situación empeora. Muchos de estos aburguesados proletarios piensan que ahí está el parásito, el vago, que no se quiere joder la vida (como si vivir en las calles fuera estar de vacaciones en un hotel de cinco estrellas), cuando ellos sí producen para el “poner el nombre del país en alto” y, siguiendo las descabelladas ideas del Nobel, buscar convertir a Costa Rica en un país desarrollado.

Con tal panorama, muchos de estos “cristianos” toman la posición de Giuliani y piensan que esa escoria indigente debería ser eliminada, para que su paraíso pequeño-burgués no se vea contaminado ni afeado con la presencia de estos indigentes.

El trabajo, señores y señoras, es cosustancial al ser humano, al ser de la especie (Gattungswesen) diría Marx, es parte de nuestro ser social y no hay un ser humano que no sea producto social; luego, el indigente es producto social y todos somos responsables del fenómeno de la indigencia. Golpear a un indigente es lamentable, mejor sería golpear a quien saca provecho del desempleo estructural y golpear el sistema, eliminándolo, que requiere de tales condiciones para sobrevivir.

Quien golpea a un indigente por tal condición, niega su propia humanidad y afirma su propia inmoralidad.

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