¡Habrá solución contra la corrupción!

Hace ya casi cuatro años, tomó posesión del poder la primera presidenta de Costa Rica. Lo hacía en un ambiente donde la principal preocupación

Hace ya casi cuatro años, tomó posesión del poder la primera presidenta de Costa Rica. Lo hacía en un ambiente donde la principal preocupación de los costarricenses era la seguridad ciudadana. Robos, asaltos, y muertes innecesarias en provincias tomadas, casi en su totalidad por el hampa, tenían en vilo al país.

Sin embargo, había esperanza y expectativas muy altas, al ser la primera vez que una mujer se prestaba a ejercer el cargo público más importante. Pero a pocos meses de finalizar su administración, es claro que la gran mayoría de los ciudadanos tiene la percepción de que el principal problema que hoy afronta nuestro país es, sin lugar a dudas, la corrupción.

Una corrupción indefendible para gobernantes muy débiles o quizás demasiado comprometidos con intereses muy fuertes, que pareciera no hacen o no pueden hacer lo necesario para combatirla. La Trocha, Crucitas, El Jet, la platina, el acueducto rural en Sardinal, Caja Fishel, Ice Alcatel, Alterra, OAS, los nombramientos en el servicio exterior, la ruta 27, la refinería “regalada” que parece que huele muy muy mal, y muchos más han dado lugar a la gran desconfianza del ciudadano en la clase política nacional, ya que sus acciones u omisiones han ocasionado pérdidas millonarias al país. Además, no es para nadie un secreto que existe una alta probabilidad, de que todo se pierda en una nebulosa de “leguleyadas” y tecnicismos legales, que finalmente no conduzcan a nada.

Es cierto, también, que un influyente y poderoso sector de la prensa nacional ha defendido, en nombre de una idea de libertad y progreso hasta la saciedad, muchos de los actos que hoy tienen tan decepcionado al ciudadano, tratando sin éxito de hacernos creer que algunas cosas que no nos han funcionado tan bien —como las concesiones de obra publica por ejemplo— son “incuestionablemente indispensables y necesarias”; y dando a entender que la culpa de todo cuando nada sale bien es exclusiva del Gobierno, la burocracia, los funcionarios públicos ineficientes, las leyes engorrosas y la falta de seguridad jurídica para emprendedores e inversionistas, como si la otra parte de la ecuación —llámese esta ciertos empresarios privados con su capital, influencias, cabildeo y prácticas poco transparentes— no tuviesen un rol tan o más importante que el gubernamental, en toda la debacle corruptiva que nos aqueja.

Así las cosas, los monopolios son “buenos” cuando son privados. Ningún TLC se debe cuestionar.

Se vale exportar de todo, en parte gracias a los privilegios para unos pocos, pero de los que nadie quiere hablar.

El turismo médico es el boom del momento hasta que pasan cosas muy serias; algunas operaciones estéticas salen muy mal o los turistas se ven afectados porque a nadie se le ocurrió mejor llevarlos a un EBAIS, prefiriendo preguntarles primero por sus ¡tarjetas de crédito! Porque todo en la Tiquicia de hoy pareciera ser “una oportunidad de negocios”.

Esta sociedad global en que vivimos alimenta la corrupción en los jóvenes y las nuevas generaciones, ya que les ofrece salarios distantes del primer mundo, pero “competitivos”, según los expertos, mientras les bombardea día tras día con un sueño de fantasía, donde hay que hacerse de la oficina ideal e “inteligente” de tantos dólares por metro cuadrado, tratar de ser los ejecutivos y ejecutivas del momento y, por supuesto, quienes todo lo pagan con “las últimas tendencias en tarjetas de crédito”.

Siempre “listos para el cambio” ¡nunca para cuestionar! Incentivándoles a vivir un estilo de vida insostenible financieramente, en el corto y mediano plazo, que se convierte finalmente para muchos en su perdición.

En estas circunstancias, ¿es posible en nuestro país combatir la corrupción? ¿Podemos creer nuevamente en nuestra clase política? ¿Podemos confiar razonablemente en nuestra clase empresarial y en la inversión extranjera? ¿Podemos apostar por las nuevas generaciones cuando muchos toman una y otra vez el camino del facilismo? ¿Podemos confiar razonablemente en los medios de comunicación? Pensemos con optimismo que todo es posible.

Tal vez deberíamos comenzar por elegir responsablemente, a los hombres y mujeres que dirigirán nuestro país, en las próximas elecciones. A lo mejor, el no elegir irresponsablemente sea un primer gran paso para recobrar la confianza, y demostrarnos que si es posible buscar solución contra la corrupción.

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