En Costa Rica existen un grupo de universidades públicas y privadas que no forman un sistema. Pero cuando se habla de ello lo que se quiere insinuar es que las universidades públicas se encuentran soportando una ofensiva que las empuja a asumir comportamientos típicos de las universidades privadas.
Y esto es lo que entiendo del actual conflicto de las universidades públicas con el gobierno de Doña Laura Chinchilla. No creo que sea solo un problema de dineros que se solucione mostrando cuentas. Esa es una maniobra dilatoria. Hablar solo de economía es un modo de hablar que tiene consecuencias. En mi opinión, el problema es político pero se dice de tres maneras.
La universidad pública costarricense se encuentra bajo el ataque de tres complejos: el político-jurídico; el económico y el mediático.
a) El complejo político-jurídico ataca cuestionando la autonomía universitaria. Ellos lo saben: la Universidad se ha convertido en la espada de Damocles del Gobierno Nacional.
El actual mundo de la acción no está asociado a la razón práctica sino al mundo flexible y pragmático de los negocios. Los neoliberales han olvidado que la vida no es un modelo de desarrollo sino un autoequilibrio.
Ahora bien, los funcionarios del gobierno; ¿Qué clase de producto social son? Son la voluntad en acto de los déficits de universalización; son el producto de la manipulación heterodirigida; de la rotura de la cadena experiencial básica: conocimiento – progreso – bienestar – libertad – justicia. Son el producto exotérico de todos nosotros; son la verdad desagradable y las caras desnudas de la violencia originaria, de la falta de fundamento de los valores liberales.
¿Qué quieren? Que la Universidad entre en el intercambio de equivalentes como si fuera un servicio. Y esto solo se puede hacer limitando la autonomía universitaria
b) El complejo económico empuja a las universidades a la privatización directa o a la influencia de los capitales privados en la formación de nuestros estudiantes.
Esto puede verse, por ejemplo, en los sistemas de acreditación. La acción de agencias privadas o estatales de acreditación que supuestamente atienden a la “calidad” de la educación son, en verdad, agencias clasificadoras cuyos criterios parecen salidos de las agencias de selección de personal para las empresas. Lo mismo sucede con los criterios que se construyen para establecer que universidades son “mejores” que otras.
Tal es el carácter de esos encuentros que juntan a los rectores de universidades como el que se realizó este año en Guadalajara, financiado por el Banco Santander. Una universidad es “mejor” que otra si se ajusta a ciertos criterios (que son los de la acreditación) y no si atiende los problemas específicos de una sociedad. En verdad, se trata de ajustar la educación pública en los términos de la Organización Mundial de Comercio.
Véase también la presión para hacer de nuestros estudiantes, brillantes “emprendedores”. Los emprendedores tecno-científicos son un tipo antropológico mercantil invadiendo la ciencia. Se les enseña a ocultar (se) el esfuerzo social y a hacer brillar el singular. Un tipo antropológico meritocrático en su disciplina científica habitado por un modelo estoico de voluntad. Los emprendedores le darán a la sociedad sus dones como quien da algo fruto de su actividad a alguien (la sociedad) que es pasiva y debe recibir, medio asombrada y medio agradecida, las “genialidades” del emprendedor cuya talento tecno-científico es garantía de su probidad moral.
Siendo ésta una universidad humanista, deberíamos cuidarnos de no estar fomentando un individualismo tecno-científico que no tiene universidad pública ni sociedad. Esto es peligroso para los universitarios. Si nos comportamos meramente como empresarios perdemos el derecho a reclamar como ciudadanos.
c) El complejo mediático ataca desde el lenguaje. La devaluación semántica de la derecha se ejemplifica: popular – populismo; historia – historicismo; libertad – libertinaje. Así, cuando no controlan procesos, tornan mediante una operación lingüística, lo elogiable en criticable.
Las instituciones, y la Universidad es una de ellas, que recorren espacios sociales no son objetos fijados a priori, inertes y carentes de significación, por eso el resultado de esta puja política organizará el futuro.