Historia social descompuesta

El artículo “Un cadáver autoritario” (UNIVERSIDAD Nº 1952), con mi firma, provocó una reacción del lector Luis G. Martínez. En lo central me exige

El artículo “Un cadáver autoritario” (UNIVERSIDAD Nº 1952), con mi firma, provocó una reacción del lector Luis G. Martínez. En lo central me exige presentar judicialmente pruebas acerca de lo que en él se afirma. De paso, me etiqueta como “inmigrante” militante de la “ultraizquierda UP de Chile” y entrecomilla el “catedrático” de la UCR que a veces instala el semanario como seña.

Tengo rango de catedrático, sin comillas, es cierto, pero he pedido varias veces a la redacción poner solo “profesor”. No siempre me escuchan. Tampoco milité en la Unidad Popular chilena (1970-73) y si lo hubiera hecho no me avergonzaría. Su gobierno resultó de un sostenido y fiero proceso de décadas centrado en organización popular y ciudadana y, para darle un golpe de Estado y derrocarlo, fue necesario ligar fuerzas de EUA, el empresariado y la derecha chilena (y otras sudamericanas) y sus medios masivos, las Fuerzas Armadas y sectores de los aparatos clericales. O sea que, con sus logros y fallas, no fue tan poca cosa la Unidad Popular.

En la última elección nacional (1973) obtuvo el 44.66% de los sufragios. Un simpatizante del PLN quizás debería saber que un sector del Partido Radical chileno (lo más parecido al PLN costarricense) integró la UP. Pablo Neruda votó por la Unidad Popular. Violeta Parra lo hubiera hecho si no hubiese muerto en 1971. Ser parte de la Unidad Popular me pondría en maciza compañía: trabajadores, campesinos e indígenas, capas medias empobrecidas, estudiantes y jóvenes y fúlgidas personalidades culturales.

Ah, y quien ordenó destruir la economía chilena fue el presidente Nixon. Comprendo que el señor Martínez no esté informado. Está tan lejos Chile. Y tan cerca EUA.

Lo que preocupa políticamente de Costa Rica a este inmigrante es el proceso acelerado de concentración de poder político-económico que caracteriza su tránsito entre siglos. Esta poder neoligárquico, función de la acumulación mundial, no puede resultar sino en perjuicio de los trabajadores, de la gente más humilde y de sectores de capas medias. Muchos sectores de la población debían preocuparse.

En lo que remite al juicio que ve en mi texto “delitos contra el honor”, no los juzgo tales. Quien esto escribe, como muchos, distingue entre corrupción política (desvirtuación del ámbito ciudadano/republicano por grupos de presión particulares), que puede ser incluso «legal», y venalidad política, que usualmente es delito. Entre corrupción y venalidad pueden darse relaciones y refuerzos. Pero son cosas distintas. No se requiere sentencia judicial para afirmar que el PLN es, en cuanto partido político, un cadáver. Y sobre las “clientelas”, aunque las interpretaciones “legales” las enredan, como en los casos recientes: trocha fronteriza y cartas de recomendación, saltan a la vista. La prensa masiva las hace titulares al menos cuatro veces por semana. Tal vez en los circuitos judiciales no las atiendan. Pero para quien quiera ver, ahí están.

Un buen número de lectores del Semanario objetó las opiniones del señor Martínez. Las vio como esfuerzo por acallar el pensamiento crítico que prestigia a este periódico desde su origen. Se les agradece. Estas personas, probablemente, constituyen minoría y carecen de capacidad para incidir en la cultura política del país. Costa Rica escasea de ciudadanía efectiva y casi no tiene lucha social organizada y acumulativa. Esto pasa una factura que se paga desde finales de los ochenta y que hoy encuentra mínima y estanca resistencia. En los próximos años pueden desaparecer (o funcionar en estado de coma) la CCSS, el ICE, la educación pública de alguna calidad, por decir algo. Abundarán en cambio la seguridad privada, la transnacionalización de las condiciones básicas de existencia, el empleo asalariado vulnerable, el desempleo y subempleo de graduados universitarios, etcétera. Ojalá no penetre ahogando raíces el crimen organizado, como en México o Guatemala. Uno no puede querer esto para Costa Rica y para una población con su historia social: Calderón Guardia, Mora Valverde, el arzobispo Sanabria. Incluso Figueres Ferrer y Daniel Oduber. Esta historia se viene desintegrando y el camino que se recorre ahora puede describirse como un proceso de mundialización/centroamericanización que no era inevitable. Se pudo hacer otra cosa o al menos intentarlo. Hoy parece tarde por la gruesa marejada, pero mi criterio de fondo es que habría que intentarlo, tarde o no.

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