En la revista The Economist de la semana del 10 al 16 de octubre del 2009, se publicó un artículo que llamó mucho mi atención.
Se titula “Growing pains” y trata sobre el retroceso que Estados Unidos está experimentando en cuanto al número de adolescentes embarazadas. Entre 1991 y 2005 la tasa de embarazo adolescente en Estados Unidos bajó un 34%, según las cifras de National Centre for Health Statistics. Pero entre el 2005 y el 2007 (último año del que se tienen datos) la tasa aumentó en un 5%.
Las causas son diversas. El artículo menciona, entre otros factores relacionados con este problema, los roles tradicionales de género, la recesión y las continuas y contradictorias alusiones mediáticas sobre lo que puede ser la vida de una madre adolescente.
Uno de los lugares citados como ejemplo es Texas. Resulta que este Estado demanda de las escuelas y colegios públicos, una educación sexual basada en la abstinencia; aunque no prohíbe que se mencionen otros enfoques. Eso queda a discreción de los distritos. Pero muy pocos aprovechan esa “libertad” para educar con más amplitud. Un estudio realizado por Texas Freedom Network descubrió que en el 94% de los distritos del Estado de Texas se utiliza el enfoque exclusivo de la abstinencia. Los folletos que se tomaban la molestia de discutir sobre los anticonceptivos estaban frecuentemente llenos de errores o inducían, deliberadamente, a confusión. Además, esos materiales estaban escritos bajo una lógica de temor y vergüenza. A la población adolescente en ese Estado se le ha advertido que el sexo “prematrimonial” puede llevar al divorcio, al suicidio, a la pobreza y le causa decepción a Dios. De igual forma, esos panfletos enfatizan que el ideal de la virginidad femenina es brindarle un regalo al esposo.
El artículo señala que esta aproximación a la “educación sexual” no está funcionando. Texas ostenta el 3er lugar en partos de adolescentes de todo Estados Unidos, sólo superado por Mississipi y Nuevo México. Dallas tiene el triste primer lugar en embarazo adolescente a repetición. Las muchachas menores de 18 años requieren consentimiento de sus padres para poder recibir la prescripción de anticonceptivos, incluso si ya son madres.
La buena noticia es que Obama, al llegar a la Casa Blanca, cortó el financiamiento federal para la educación sexual basada únicamente en la abstinencia. Ahora bien, más allá de la abstinencia, hay otros detalles. Las adolescentes latinas tienen una tasa de fertilidad mucho mayor que el resto. Silvia Henríquez, directora ejecutiva del National Latina Institute for Reproductive Health, reconoce que hay un serio problema con el acceso a la atención en salud reproductiva. Estas chicas tienen menos oportunidades de ser cubiertas por un seguro de salud que les permita disponer de anticonceptivos. Es decir, viven bajo un riesgo mucho mayor de convertirse en madres adolescentes.
En Costa Rica, la situación también es crítica. Las mujeres menores de 19 años aportan más del 20% del total de nacimientos. Recordemos que desde hace casi 20 años vivimos en un oscurantismo dentro de la educación pública, que se ha visto ayuna de un programa adecuado, serio y transparente en materia de educación sexual. El ciclo de la pobreza y la violencia se vincula fuertemente con las muchachas que quedan embarazadas en la adolescencia. Y no tenemos cifras fidedignas de cuántas de esas chicas quedaron embarazadas producto de la violencia sexual y de la explotación sexual comercial. Sumemos a este panorama que la crisis económica global afecta con más dureza la vida de las mujeres jóvenes, cuyas posibilidades de acceder al empleo decente se reducen cada vez más. Estas mujeres se ven también excluidas de las licencias por maternidad, puesto que no tienen empleo o bien, laboran en el sector informal. Entonces, la mayoría queda tanto fuera del sistema educativo como de un trabajo decente que les permita mínimos de calidad de vida para ellas y sus hijos e hijas. De la responsabilidad paterna, no hay mucho que decir. Ese sigue siendo un concepto casi abstracto.
Ante este panorama, no me alegran ni los reportajes ni las películas que idealizan y embellecen la cruel realidad que viven las adolescentes embarazadas. Y en estos momentos de campaña electoral surge la pregunta de rigor: ¿qué proponen quienes aspiran a la Presidencia de la República, para afrontar esta compleja situación?