Con estupor pudimos leer en la edición del semanario UNIVERSIDAD del 21 de octubre, el artículo de opinión titulado “Pedofilia y homosexualidad” suscrito por el señor Héctor Andrés Naranjo, profesor de Filosofía.
Es sorprendente su contenido en dos sentidos: por la intolerancia que exuda y por la ignorancia supina que evidencia. Oscurantista filosofía la que expresa este profesor. Lamentable que exhiba e induzca una educación semejante en sus estudiantes.
Más allá de la peregrina y confusa referencia a las escuelas estoica y hedonista de la filosofía griega, el artículo del señor Naranjo supone un signo de igual entre un delito monstruoso, la pedofilia; es decir, la propensión al abuso sexual de niñas y niños, con una orientación sexual diferente a la heterosexual que manifiestan las personas de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales entre otras y otros. No hay paralelismo alguno entre la sexualidad diversa que puede existir entre personas conscientes y adultas, que consienten mantener relaciones con personas de su mismo sexo, y que pueden establecer lazos afectivos y una vida sexual tan sana o más aún que la de muchas parejas heterosexuales, comparándolas con quienes desde una posición de poder cometan o tiendan a cometer el daño irreparable del abuso sexual contra menores de edad. Esta aberrante comparación es un insulto a la inteligencia y a la dignidad humana.
Ignorancia supina además porque no se ha enterado el profesor Naranjo que desde 1973 la Asociación de Psiquiatría Norteamericana (APA) y posteriormente la escuelas y colegios profesionales de psiquiatría a escala mundial han reafirmado: “…que la homosexualidad per se no es un desorden mental diagnosticable. Esfuerzos recientemente publicitados para repatologizar a la homosexualidad afirmando que puede ser curada, frecuentemente están motivados no por la investigación científica o psiquiátrica rigurosa, sino a veces por fuerzas religiosas y políticas que se oponen a derechos civiles plenos para gays y lesbianas. Se recomienda responder pronto y apropiadamente como organización científica cuando se emitan afirmaciones que la homosexualidad es «una enfermedad curable», hechas por grupos políticos o religiosos” (…). Tal como lo indica en el año 1998 la Declaración de Posición sobre Terapias Enfocadas sobre Intentos de Cambiar la Orientación: “En el pasado, definir a la homosexualidad como una enfermedad atrincheraba el oprobio moral de la sociedad con las relaciones entre el mismo sexo. En el clima social actual, declarar que la homosexualidad es un desorden mental surge de los esfuerzos para desacreditar una creciente aceptación de la homosexualidad como variante normal de la sexualidad humana. (fuente: http://www.sexovida.com/colegas/apa2.htm).
Sin ningún fundamento científico el señor Naranjo no podría más que recurrir a un argumento típicamente medioeval: el de la culpa. Dice en el artículo de marras: “La culpabilidad es una ley de la vida (¡sic!)”, y más adelante refiriéndose a lo que llama: “los sitios subterráneos, los rincones infernales, los caminos sádicos del alma humana”, termina sentenciando que a su juicio: “…la homosexualidad y la pederastia están en algunas de estas dimensiones”. Si alguien está en una dimensión realmente sádica es el señor Naranjo al apelar a la homofobia e intolerancia más irracional y antihumana.