Hoy 14 de septiembre de 2011 a tan solo seis horas de conmemorar los ciento noventa años de la independencia de las cinco Repúblicas de Centroamérica me siento indignado.
Indignado al ver el grado de desidia de la población costarricense que ve pasar un aniversario más de la independencia sin celebrar siquiera.
Hoy en el parque central de la ciudad de San José un pequeño, miserable y mezquino acto cívico ha sido organizado por el Municipio de San José.
Con cuatro pequeñas carpas de color blanco, asientos para cincuenta personas privilegiadas, una tarima de 3 metros cuadrados, un despliegue policial, una veintena de estudiantes de diferentes centros educativos y la presencia de menos de media docena de medios de comunicación colectiva y con un público que no habrá superado las 2 mil personas (de una población de poco más de 6 millones de personas) se ha entonado el Himno Nacional.Con un sentimiento de respeto ante dicha actividad, pero con algo de pena me he congregado en aquella avenida que lleva por nombre Juan Mora Fernández, primer Jefe de Estado de Costa Rica.
Cada cuatro años y con el apuro por un puesto político, los partidos políticos como PLN, PUSC, PAC, ML se endeudan por miles de millones de colones para realizar sus famosas plazas públicas. El Partido Liberación Nacional –PLN- está a la vanguardia, marcando un derrotero y un norte, con su famosa concentración del Paseo Colón en el centro de la ciudad de San José, invirtiendo millones de colones en una concentración masiva a la cual acuden muchas veces más de cien mil costarricenses; lo siento, debo corregir: acuden muchas veces, más de cien mil liberacionistas -es el momento es que estas personas dejan de ser costarricenses y se convierten en partidarios políticos-.
Para el vulgo es la única oportunidad de sus vidas – la cual se repite cada cuatro años- en la cual pueden ser políticos y sentirse algo así como ostentando títulos nobiliarios.
Los medios de comunicación inundan sus titulares con propaganda electoral, captando la deuda política que es financiada con los impuestos que salen del bolsillo de los contribuyentes. Es éste el fin de la cadena de circulación del dinero de los contribuyentes; el dinero atrae dinero -esa es la ley secreta que los economistas no han revelado aún-.
Las universidades estatales reciben cientos de miles de millones de colones y de todo ese dinero, casi nada se utiliza para festejar la independencia; por no decir nada. Pero qué podrían festejar las instituciones autónomas como la Universidad de Costa Rica si son estados dentro de un estado.
Indignación es el segundo sentimiento que nos debe embargar luego de festejar la independencia. Indignación por el grado de mezquindad, pequeñez, avaricia, y falta de visión por parte de los que hacen y deshacen a beneplácito en Costa Rica.
La celebración del bicentenario de la independencia está a tan solo diez años. El pueblo que sí valora estas fechas, no se merece más de lo mismo. Merecemos un festejo real. Una celebración que realmente sea digna de doscientos años de luchas. El país se merece una celebración de un año completo, tal y como se realizó en México o Argentina.
Si vamos a despilfarrar el dinero, que sea en una celebración que valga la pena y no en seguir financiando campañas políticas o seguir alimentando a sabios de universidades que no comparten su conocimiento más que con sus predilectos; y tener que seguir conformándonos con carpas blancas, con tarimas de 3 metros cuadrados, con bandas musicales desafinadas, con coros de niños hambrientos o bien con desfiles de faroles que no se sabe ni de dónde vienen ni para dónde van, ni qué significan.
Nos quedan tan sólo diez años para volver a la senda perdida de la educación cívica, a esa educación que quizás nunca hemos tenido. Diez años para poner a madurar el pensamiento y educar a nuestros niños y reeducar a los maleducados.
El trabajo es arduo, nadie ha dicho que sea fácil, pero es una tarea que debemos emprender todos, pero especialmente deberá ser liderada por aquellos que tienen el poder de hacer y deshacer con el simple chasquido de los dedos. De lo contrario, veremos el movimiento de los indignados atracar en puerto costarricense y será nuestra población que responda ante los medios lo mismo que los jóvenes ingleses respondieron ante un periodista de la BBC: «les estamos demostrando a los ricos que nosotros también hacemos lo que queremos».
Éste será un año más, una celebración que a pocos importa y que no será recordada por nadie. Permitámonos recordar en las páginas de los libros de historia una celebración del Bicentenario diga de una república que se dice llamar Costa Rica.
¡Salve, oh patria!, tu pródigo suelo,
dulce abrigo y sustento nos da;
bajo el límpido azul de tu cielo,
¡vivan siempre el trabajo y la paz!