Inflación y deflación en nuestro sistema monetario de confianza

Nosotros, al igual que los demás países del mundo vivimos en un “sistema Monetario de confianza”

Nosotros, al igual que los demás países del mundo vivimos en un “sistema Monetario de confianza”, esto es que aceptamos los billetes y monedas por el valor facial que los identifica. Si el Banco Central establece que un pedazo de papel tiene un valor de cinco mil colones todos le creemos y aceptamos que ese papel o billete tiene dicho valor, aunque al Banco Central le haya costado su fabricación un monto menor. Justamente la diferencia entre el valor facial y el costo de fabricar el billete o moneda se llama “señoreaje”.

Por qué nadie protesta y le dice al Banco Central que el billete no vale lo que indica, que su costo es menor. Nadie lo hace porque precisamente vivimos en un “sistema monetario de confianza”. Todos aceptamos el valor facial del billete o la moneda porque al momento de utilizarlo como medio de pago, la persona que lo recibe también cree en lo que el Banco Central le ha impreso y sabe que al usarlo igualmente se lo van a aceptar sin ningún cuestionamiento. Una de las tres funciones básicas del dinero es ser un medio de cambio aceptado comúnmente y generador de confianza.

Sin embargo, en caso extremo de una inflación incontrolable a la que se le llama “hiperinflación”, los precios suben rápidamente lo que provoca que la moneda pierda su valor. Las personas dejan de creer en el “sistema monetario de confianza” y no desean tener billetes y monedas, prefieren tener los bienes y servicios. Si una madre tiene los billetes y monedas para comprar la leche de sus hijos va inmediatamente a comprarla antes de que suba de precio. Las hiperinflaciones son muy comunes como consecuencias de guerras, altos déficit fiscales financiados con emisión inorgánica de dinero, crisis sociales y políticas, entre otros.

El otro caso extremo es la deflación, que se da cuando los precios empiezan a bajar. La deflación es diferente a la desinflación, que es cuando el aumento en los precios se desacelera pero sigue creciendo. En este escenario de deflación, las personas dejan de creer en el “sistema monetario de confianza” y empiezan a atesorar el dinero, pues posponen su consumo presente esperando que los precios bajen más y más. Las personas desean el dinero más que los bienes y servicios. Si una familia necesita adquirir un electrodoméstico va a posponer su compra lo más que pueda, pues ¿para que comprarlo hoy si se puede comprar la semana próxima a un precio más bajo?

Algunos expertos dicen que la deflación es más destructiva que la inflación, pues las empresas sufren una disminución en sus ventas al existir personas que posponen su consumo. Las empresas al no tener a quien vender su producción empiezan a despedir personal y el mercado se empieza a saturar de personas que no compran por esperar que los precios bajen más y otros no compran porque no tienen empleo. Nuevamente, las empresas no tienen a quien vender y vuelven a despedir personal, repitiéndose este ciclo perverso tantas veces hasta que las empresas deben cerrar.

En Costa Rica, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) es el que calcula el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y nos informa que este cayó en el último trimestre un 0,78% y en los últimos 12 meses la variación acumulada ha sido de 0,86%, presagiándose que al final de este año la inflación será prácticamente nula o hasta negativa. En caso de ser negativa estaríamos a las puertas de una deflación que es un fenómeno económico poco común en un país como el nuestro.

 

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