Digamos que la primera de tales ocurrencias fue enarbolada consistentemente como telón de fondo de la política costarricense de las últimas décadas –oficializada por el entonces presidente de Costa Rica José María Figueres Olsen– quién afirmó en 1998, que Costa Rica se había vuelto “ingobernable”. Y a partir de allí, una expresión de profunda vocación conservadora, que se asociaba al “exceso de demandas y luchas de los diversos sectores y movimientos en el país que entorpecían los acuerdos “bipartidistas”, se convirtió en la expresión más repetida por los políticos costarricenses de todo nivel y hasta 2 meses antes del inicio de la campaña de 2014, era el tema preferido por “comunicadores”, empresarios y políticos tradicionales.
Sorprendentemente, el tema que sobresaturaba el lenguaje de los políticos desapareció totalmente de los debates presidenciales y ninguno de los 13 aspirantes lo enarboló como el signo de los tiempos. Señal que era un artilugio discursivo y no un problema político real, ya que desapareció tan pronto se avivaron los fuegos electorales.
Señalemos que la segunda de tales ocurrencias fue enarbolada a mediados de 2013 cuando empezó a circular en medios diversos la expresión “elecciones atípicas”, expresión que en aquel momento establecían las voces “autorizadas” señalando que un conjunto de cosas “raras” estaban pasando y que nunca antes se habían visto. A esa excepcionalidad y a la incapacidad asociada para explicar rigurosamente los procesos sociales, políticos y hasta electorales, se le denominó “elecciones atípicas”. Y fue tal el impacto de tal metáfora, que hasta los delegados de la OEA que participaron en las elecciones 2014, terminaron convencidos por sus “informadores” que estaban viviendo elecciones “atípicas” y así lo consignaron en su informes oficiales.
Y finalmente, ante la incapacidad manifiesta de encuestadores, “analistas”, “expertos” y “comunicadores políticos”, y careciendo de datos, contextos históricos rigurosos, paradigmas analíticos consistentes y hasta del cumplimiento de los pasos elementales de la investigación social, se recurrió al último recurso retórico para identificar la “rebeldía” de los votantes. Se les designó con el adjetivo “volátil” como pseudoexplicación para caracterizar comportamientos políticos complejos que requieren investigación y no solo opiniones de “analistas expertos”.
En síntesis, ya las y los costarricenses estamos informados que se ha producido un gran cambio en el comportamiento político de los costarricenses, y en menos de 6 meses dejaron de ser “ingobernables”, para volverse –gracias a la alquimia simbólica de los lenguajes– en “atípicos” y que se comportan “volátilmente”.
Y si esos son los nuevos “diagnósticos” ¿no será tiempo ya de dejar de escuchar tanto canto de sirena y dejar de preocuparnos por las encuestas y los “opinadores” de los próximos procesos electorales?
Y lo digo aun a riesgo de ser juzgado como un articulista “ingobernable”, que bien pude parecer “atípico” y por tanto, a alguien se le podría ocurrir que mis opiniones se vuelvan “volátiles”.