En el artículo de Carlos Sandoval (Semanario UNIVERSIDAD edición 1934), se insiste en la necesidad de la cooperación Sur/Sur pensando en el tipo de vinculación de la Universidad con el ámbito internacional. Es cierto, esta insistencia del profesor Sandoval es necesaria y hay que extenderla. Por ejemplo, cabe reconocer que si nuestra Universidad ocupa un lugar estimable en la clasificación de universidades en la web, se debe, principalmente, al ingente esfuerzo realizado en la difusión de la producción científica y académica.
Lo anterior es resultado de los esfuerzos de mejoramiento de la calidad de las revistas elaboradas por la Universidad. Sin duda, un logro de Henning Jensen y su equipo mientras ocupó la Vicerrectoría de Investigación, así como de quienes han dirigido estas revistas.
Esto es sólo un ejemplo del trabajo internacional desde lo nacional, concentrado en el mejoramiento de la capacidad para la difusión, la cual se basó al mismo tiempo en la capacidad de producción científica. Dicha proyección internacional posiciona a la Universidad como un todo y a la vez genera atracción de científicos con interés en nuestro trabajo. Así pues, es indispensable la capacidad científica nacional como base para la cooperación internacional solidaria. En efecto, la internacionalidad solidaria supone potenciar alianzas académicas de beneficio recíproco, sustentada en principios éticos de cooperación horizontal y reconocimiento mutuo, implica una cooperación en la cual haya aprendizaje recíproco.
La cuestión de la creación de redes y la consiguiente consolidación de equipos de investigación, así como la producción conjunta de conocimiento, constituye uno de los desafíos más importantes como universidad con presencia internacional. No me refiero a que estemos imposibilitados de suscitar la cooperación internacional. Más bien, me pregunto si contamos con las condiciones de funcionamiento y el estímulo necesario para crear equipos de investigación, primero dentro de la universidad o en el país, de manera que, al intentar la cooperación Sur/Sur y la cooperación Sur/Norte, realmente tengamos la capacidad de aprender y de generar los beneficios de la investigación para nuestra sociedad.
Más allá del escollo de ser tomados por reservorio de muestras de datos, útiles para equipos de investigación dominantes del hemisferio Norte, más allá de continuar siendo octava o décima autora en las publicaciones internacionales, la cuestión es lograr el desarrollo de líneas de investigación en dirección de Sur a Sur. Sin embargo, para ello es decisivo contar con una agenda universitaria la cual posibilite luchar por ponernos muy por encima del 0.2% del PIB para invertir en investigación, en todas las áreas del conocimiento y progresivamente, alcanzar una proporción cercana al 2%. Además, es necesaria una limpieza considerable del caminar administrativo de gestión de la investigación para un investigador individual; el reconocimiento justo de la investigación colectiva en el régimen académico; estimular de manera extendida la creación de redes de investigación nacionales, tanto interdisciplinarias como multidisciplinarias, interuniversitarias e interinstitucionales. Es necesario confiar en la propia capacidad de creación de conocimiento y multiplicar las opciones de investigación para todo el personal académico competente para dicha tarea.