Misión. Cumplir la carta sagrada establecida en el libro “sagrado” de nombre “Corán”, cuyo contenido, según un señor de nombre Mahoma, se lo reveló el arcángel Gabriel. En síntesis, de dicha oralidad del metasueño y oráculo, el islam es el punto mayor, Mahoma es el último profeta y Alá el único Dios. El mundo onírico que nos pinta es trabajar en el cumplimiento de la conversión de toda la humanidad al islamismo o mahometanismo, y así alcanzar el paraíso en otro plano, no de la carne ni de la sangre, sino en la sustancia lírica donde todos viviremos felices.
Del precepto mayor enunciado se desprende que el texto y el subtexto de dicha creencia es una cuerda unicorde y monolítica, pues toda acción debe encaminarse al poblamiento de una humanidad islámica, se convierten al islam o perecerán por las manos de sus guerreros.Visión. Según se transcribe, de la nota informativa, palabras de Ahmad Jomeini, hijo del Imam y Ayatollah Ruhollah Jomeini: “El islam no reconoce fronteras. No podemos posponer el establecimiento de gobiernos islámicos y la administración de leyes divinas. El objetivo de la República Islámica y sus funcionarios no es otro que establecer un gobierno islámico global… Los medios políticos y los métodos pueden diferir, pero ningún musulmán revolucionario olvidará jamás el objetivo”. (Kayham, Teherán, 11 de enero de 1992).
En este orden mencionado de misión y visión, el estado de derecho nos revela que la “sharia” es el cuerpo del derecho islámico –la ley musulmana, objeto de interpretación, la cual castiga con la pena de muerte la apostasía, que se refiere a negar el islam y su obediencia como objeto único de fe. Solo que aquí tenemos un alcance sin restricción política, porque el estado al que se refiere es estrictamente teocrático, el islam es el estado y los demás el yo individual y colectivo que tienen la obligación de obedecer al punto. Santa palabra y ¡a callar!
La “sharia” incluye la homosexualidad y el lesbianismo como falta grave, también la desobediencia de las mujeres hacia el esposo, las relaciones con infieles o sea, con los que no son islámicos o musulmanes, y el incumplimiento de las normas de vestimenta de las mujeres.
Un caso completo. El Tribunal Penal de Beni Suef condenó a una familia entera a 15 años de prisión por convertirse al cristianismo, apostasía, renegar del islam. Nadie Mohamed Ali nació cristiana y para casarse con su marido musulmán se convirtió al islam. El marido murió en 1991 y ella decidió volver a su raíz original cristiana con sus 8 hijos. En el 2004, después de la conversión, ella y sus hijos decidieron sustituir sus nombres musulmanes en sus tarjetas de identidad con su nombre de pila y la ciudad del cambio de su residencia. Como era lógico, contó con la colaboración regular para el trámite burocrático de siete empleados, en la Oficina de Registro Civil. En el 2006 uno de sus hijos es detenido por la policía en un centro de información en la ciudad de Beni Suef. Luego detuvieron a su madre y a todos sus hijos, más los funcionarios de la oficina de Registro Civil.
Los jueces “benévolamente” condenaron a cada miembro de la familia a 15 años de prisión por abandonar el islam. Y a cada uno de los 7 funcionarios a 5 años. ¿Qué razones habrán considerado los jueces celestiales para perdonarles la vida? Solo ellos y sus arpas divinas lo saben. De momento, solo de momento, a los condenados infieles del islam les han ofrecido su amor de Mahoma y Alá, la tortura despiadada de cárcel inmunda y vejaciones por casa. Porque la resolución que se aplicó en este caso colectivo es el sistema de tortura anticipada, psicológica y física, que sirva como ejemplo de lo que pueden hacer los dueños de la ley divina en la tierra, y de lo que puede pasarles a musulmanes y no musulmanes si se atreven a desafiarla. Santa palabra.
Leído finamente el entramado de la propuesta del señor Mahoma, ha delineado como subtexto inalterable de metavisión para ser ejecutada, la guerra santa permanente en contra del resto de la raza humana, y como es lógico concluir, no puede haber paz sino guerra, aunque la estrategia incluye pausas para llevar a cabo la materialización, espacios de transición todavía más peligrosos, por lo que subyace en la divina inspiración de sus testaferros.