La democracia no viene por añadidura

Desde nuestros primeros años de vida escolar nos enseñan que somos afortunados porque nacimos en un país pacifista y democrático, en el cual tenemos

Desde nuestros primeros años de vida escolar nos enseñan que somos afortunados porque nacimos en un país pacifista y democrático, en el cual tenemos la libertad de elegir a nuestros gobernantes mediante el voto. Sin embargo, nos limitamos a esa relación democracia-voto sin siquiera pensar que este concepto va más allá de delegar nuestro poder como pueblo para que otros nos legislen. Consecuentemente, es común pensar en Costa Rica como cuna de la democracia, debido a que históricamente nuestro país se ha caracterizado por su estabilidad política y por ser una de las democracias más maduras en el nivel latinoamericano.

No obstante, actualmente pareciera que la ciudadanía no es realmente consciente de su responsabilidad en el acontecer político nacional, provocando indirectamente que distintas prácticas antidemocráticas surjan y permeen progresivamente la legitimidad de nuestro sistema político y nuestra democracia.

En contraste con este panorama, encontramos que en el llamado “hogar de la democracia” pareciera que no hay padre ni madre que logre que sus 57 hijos sean productivos y se pongan de acuerdo en la implementación de medidas necesarias para poner la casa en orden. Mientras que, por otro lado, a los ciudadanos de la “suiza centroamericana” se les sigue asfixiando con la burocracia excesiva, la ausencia de un sector público operante y sienten cómo se les coacciona su libertad de elegir, debido a que papá Estado insiste en mantener los monopolios, crear regulaciones al mercado y no permitir la afluencia de competencia sana en el sector de servicios.

Por consiguiente, asociamos la democracia con políticas paliativas que nos permiten seguir pintando un panorama claro-oscuro, en el cual destaca la carencia de atención a las necesidades inmediatas de la población,  provocando un desencanto con nuestro sistema político, nuestros gobernantes y la política en sí.

No obstante, lo descrito es parte de un proceso en el cual debemos invertir, para subsanar las carencias y deficiencias que se manifiestan, hoy por hoy, en el campo político. La democracia no viene por añadidura, es ineludible que cada ciudadano pase de ser observador a actor mediante la inclusión de los distintos sectores de la población, con el fin de lograr una mejor representación política. Los costarricenses debemos exigirles resultados a nuestros gobernantes mediante el control político, manifestándonos sanamente mediante el ejercicio de un voto inteligente, que nos permita llevar al poder a las personas más aptas y capacitadas. De igual manera, es indudable que la creación de campañas de concienzación respecto a la responsabilidad de la población para con los asuntos políticos, deben despertar un interés real por los problemas que nos aquejan y, de esta manera, mostrar que no solamente el cambio lo hacen quienes nos gobiernan.

En efecto, la democracia sale cara, pero es necesaria la inversión de tiempo, dinero y recursos, para cambiar la mentalidad de desencanto y conformismo, pues en cada proceso electoral no está en juego una curul o un puesto político, sino nuestro futuro y el de nuestra querida patria.

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