La escritura: don humano universal

Será porque uno entra en años, porque con alguna frecuencia también le ha dado por juntar letras, fuera de la sopa, otros más jóvenes

Será porque uno entra en años, porque con alguna frecuencia también le ha dado por juntar letras, fuera de la sopa, otros más jóvenes le piden a uno consejo sobre sus escrituras. Así pasa con dos costarricenses de los que me pongo a comentar brevemente recientes trabajos.

Abogado pronto a cumplir el medio siglo, con importante carrera judicial, Rodolfo Chaves ofrece sendas colecciones de relatos: “El trascabadito” y “Más allá del trascabadito”, sin mayor ambición que lo anecdótico. De la misma edad, Alberto Ulloa es ingeniero químico con desempeño “desde administrador de bodega hasta director general” en empresas nacionales y regionales. Desde el título metafórico: “Cruzando el río”, de él va un libro con mayor voluntad de altura.

Ambos escritos voluntariamente tienen mucho de autobiográfico, el primero (Chaves), de travesuras juveniles, el segundo (Ulloa), de toda una vida, incluyendo la presencia de la muerte ineludible. En ambos casos, uno siente prevalecer la intención de testimonio personal de lo vivido. Coterráneos, de su obra trasluce un mismo tono de elegía, con un pasado idílico, una naturaleza y un temple humano a punto de desaparecer. Por suerte, aunque a veces se sitúan al borde, ninguno cae en el didactismo explícito.

En cada uno se observa, aunque sea en tono menor, la voluntad de “Bildungsroman”, de escritura sobre la formación de un joven, a partir del medio que los vio nacer y que aman sensiblemente: Costa Rica. El personaje principal de Chaves claramente se identifica con el mismo don Rodolfo, agradecido hasta con las dificultades y la pobreza que le sirvieron de temple. Aparentemente más neutro, aquel “Juan Olmos” de Alberto Ulloa, igual por una juventud dura pero buena, no quiere negar haber salido de una misma forja de valores que se fueron: lo que describe, pero con exceso lineal y previsible, es el proceso, la transformación de su persona-personaje.

Algo diferente resulta el panorama físico: la región de Cachí, en Chaves, la de Escazú en Ulloa; pero en ambos aflora la necesidad de dejar testimonio de un terruño en tiempo recién pasado: esas estructuras de una Costa Rica pobre, pero solidaria, de fuerte temple educativo y religiosa: “ubi sunt?”. Se fueron por nuestra indolencia colectiva, por descansar en laureles de autosuficiencia y falta de criticidad: Ulloa advierte explícitamente contra el espejismo de lo fácil, el desmedido consumo y lo inmoral.

Nos encontramos con sendos no-profesionales en la escritura, empeñados en la misma dirección de las letras: sigan adelante; antes de presentarlo, pulen mejor su trabajo en lo formal; sobre todo también, alcen el vuelo: Tolstoi escribe de lo local suyo, pero con tal profundidad que también por aquí interesó a García Monge y a nosotros, sus herederos. Sigan, sigan cultivando la palabra esencial y redentora. Que lo regional no opaque lo que se palpa en los grandes: ¿por qué no?, que hasta en Rusia sienten que en paralelo, en Tiquicia, debajo de la camiseta distinta, también vibra idéntica alma humana universal.

 

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