Años atrás, Costa Rica y Brasil cumplieron un siglo de relación política-diplomática, tradicionalmente caracterizada por excelente diálogo. En tiempos más recientes, intercambios de visitas presidenciales afianzaron esa dinámica y le dieron un nuevo impulso. Esa línea de cordialidad se refleja en lo económico y comercial, así como en el abanico de la cooperación técnica e intelectual.
En términos de cultura, Itamaraty –la cancillería brasileña–, la Galería Nacional del Museo de los Niños y la Embajada brasileña en San José, sumaron esfuerzos para traer a esta capital la muestra «Grabados Brasileños del Siglo XX», que tuve el honor de inaugurar el pasado día 12, y que estará a la disposición del público hasta el 3 de setiembre venidero.
Se trata de la más importante exposición de artes plásticas que Brasil jamás presentó en Costa Rica.
Sesenta y cinco grandes artistas y 65 inolvidables grabados. Magníficos puentes que enlazan a los artistas de los dos países y robustecen los vínculos entre ticos y brasileños, entre las dos culturas y sociedades. Los grabados traídos a San José permiten al público reconocer varias técnicas, evaluar las diversas propuestas y acceder a múltiples temáticas. El todo es la más bella prueba de la vitalidad del grabado, el campo en que más se destacaron, en Brasil, los grandes del siglo pasado.
Miradas con sutileza, las obras pueden remitir al grabado en Costa Rica. En cierto sentido, las obras de los grabadores brasileños conversan con Amighetti y la generación posterior, con todos los grabadores y grabadoras cuyos trabajos tanto enriquecen el patrimonio cultural de Costa Rica.
Esa interlocución se origina en la riqueza de los lenguajes empleados; en los motivos inspiradores; en las propuestas estéticas; en la diversidad que nos constituye, de la cual cada obra da testimonio.
“Grabados Brasileños del Siglo XX” es una exposición que invita al placer y a la reflexión a partir de lo realizado por los más representativos constructores de ese filón esencialmente democrático del arte brasileño contemporáneo. Nunca olvidar que el espacio del grabado es, en Brasil, lo que más se aproxima –en su incomparable sofisticación o en su más despojada sencillez– de la vida cotidiana de un pueblo que, a lo largo de cinco siglos, afirma cultura propia, simultáneamente abierta a todas las influencias universales.
Los trabajos expuestos conforman un amplio abanico. Entre los autores, destaco algunos nombres, no sólo por su importancia en el escenario de las artes plásticas, pero también para mostrar los hilos con que urdimos la mezcla que –de la dimensión étnica hasta la estética– caracteriza mi país: Oswald Goeldi, Livio Abramo, Fayga Ostrower, Marilia Rodrigues, Maria Bonomi, Isabel Pons, Edith Bhering, Renina Katz, Alfredo Volpi, Anna Bella Geiger, Franz Krajcberg, Tomie Ohtake, Eduardo Sued. Los nombres apuntan a múltiples orígenes y muchas historias. Nombres portugueses, italianos, japoneses, españoles, polacos, suizos, árabes, alemanes. Nombres que nos remiten a sólo algunos de los pueblos que contribuyeron a la diversidad, que es la marca más fuerte del Brasil de hoy.
“Grabados Brasileños del Siglo XX” es ilustración máxima, con acento brasileño, de la riqueza de las artes plásticas que caracteriza la América Latina contemporánea. Señala, tanto en lo formal como en lo sustancial, algo notable, un sentimiento que anima a costarricenses y brasileños, latinoamericanos y caribeños: el deseo de aproximarnos más unos a otros. Para tanto disponemos de un trazo esencial que nos distingue en la diversidad del mundo: pertenecemos, todos, a la misma matriz cultural, aquella que se reafirma y se crea, cotidianamente, en Latinoamérica y en el Caribe.