La gloria de Martí ante su muerte

El 19 de mayo de 1895, en un combate sorpresivo, muere el ilustre héroe independientista cubano José Martí. Un hombre extraordinario, humanista, con una

«En la guerra, ante la muerte, descalzos todos desnudos todos, se igualaron los negros y los blancos; se abrazaron y no se han vuelto a separar»,  José Martí

El 19 de mayo de 1895, en un combate sorpresivo, muere el ilustre héroe independientista cubano José Martí. Un hombre extraordinario, humanista, con una capacidad intelectual reconocida y respetada por los poetas y escritores de la época; cuya poesía y literatura universal, llenó de fe y esperanza a los hombres y mujeres, que anhelaban ser libres e independientes del yugo español invasor y expoliador de los pueblos de América Latina, y el Caribe.

Su portentoso verbo literario cultivó en las conciencias y actitudes, de los patriotas valores y principios fundamentales, que le daban sustento y consistencia a sus ideales independientistas de patria y libertad, ante la vorágine de una segunda guerra que marcaba momentos difíciles y desiguales, con un nostálgico antecedente histórico de la primera guerra de los Diez Años, de 1868 a 1878, dejando un país destruido y desgastado, sin fuerza humana suficiente para causarles a los colonialistas importantes victorias militares.
Después de diecisiete años de rezago, y en condiciones adversas, se inicia la segunda guerra por la independencia de Cuba; 1895 va producir en la vida de los patriotas un cambio de 180 grados con la participación activa de José Martí, en la organización y dirección, y comandada por militares de esperiencia y conocimiento de gran arraigo popular como el dominicano Máximo Gómez y Antonio Maceo; asumiendo el gran compromiso ante el altar de la Patria, de luchar por la liberación nacional de su Cuba agredida y martirizada.
Con su talento y capacidad de convocatoria, comienza a unir a esclavos liberados, obreros, profesionales, intelectuales, en un esfuerzo titánico de gran contenido político y de unidad nacional.
Como bien señala el comandante Fidel en su Biografía a dos Voces (Ignacio Ramonet): «El gran mérito de Martí es que él logra reunir y dirigir políticamente a generales fomosísimos, tenía tremendo carácter, sabía discutir, y en ciertos momentos hasta rompe con algunos de ellos».
Posteriormente, se traslada a Santo Domingo, donde redacta un manifiesto de lucha, el manifiesto de Montecristo donde plasma en su maravillosa prosa no solo el contenido político del accionar de las ideas revolucionarias independientistas, sino también los propósitos, razones y naturaleza de la guerra, con fundamentos filosóficos y doctrinarios que le dan al creciente movimiento una covertura internacional.
Sus fuertes convicciones, su visión de hombre humanista, su vida llena de gloria y riesgo, y sus esperanzas de tener una patria sin exclavos, sin fuerzas de ocupación, sin genocidios y sufrimientos de su pueblo desgarrado por dos periódos de guerra prolongados, lo convierten en un hombre de paz y comprensivo, sin odio ni rencor hacia sus adversarios, a pesar de la intensidad de la guerra, con una lectura e interpretación correcta del devenir histórico de su pueblo y sus ansias de justicia y libertad.
Pero es imperativo señalar que en este proceso de lucha independentista, es imprescindible recordar las oportunas y atinadas observaciones de Martí, con relación a la primera Conferencia Panamericana en Washington, el 16 de noviembre de 1889, dejando en evidencia los propósitos e intenciones del proyecto imperialista de expandir su dominio político, económico y militar, a los pueblos del sur.
Ante la cual, Martí expresa con agudo conocimiento en carta a un amigo: «Llegó ciertamente para este país (Estados Unidos), la hora de sacar a plaza su agresión latente, y como ni sobre México y Canadá se atreve a poner los ojos, los pone sobre las islas del Pacífico, sobre las Antillas, sobre nosotros».
Era un peligro inminente, que Martí lo sintió en lo más profundo de su alma, y con la  altivez que siempre lo caracterizó, denuncia el abominable crimen que se perfilaba en las entrañas del naciente imperialismo.» Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David».  Martí.
El prócer cubano sabía cómo se tejían estos hilos de los discursos demagógicos y vacíos, de políticos y militares corruptos y ambiciosos, porque era un contundente crítico, erudito y sincero de esta enmarañada sociedad capitalista norteamericana.
Dimensionando con certeza, la tenebrosa y criminal actitud de los imperialistas del norte, que tres años después de su muerte, en febrero de 1898, el gobierno del presidente MacKinley hunde sus garras sangrientas sobre los victoriosos patriotas independientistas, e interviene premeditadamente en la guerra contra España.
No es sino hasta el primero de enero de 1959, con el triunfo de la gloriosa Revolución cubana, que el esfuerzo y sacrificio de Martí y su pueblo toma vida de nuevo.
Durante este proceso de lucha, que marca la segunda y definitiva independencia de Cuba, la obra y pensamiento de Martí son fuertes referentes de inspiración, motivación, creatividad y solidaridad humana, en los hombres y mujeres del Movimiento 26 de Julio; desde la gesta de Moncada, pasando por Sierra Maestra y Escambray, en la toma de Santa Clara y la caída de La Habana.
A ciento quince años de su gloriosa muerte, José Martí está presente en la proclama del 31 de julio del 2006 del comandante Fidel. «No albergo la menor duda de que nuestro pueblo y nuestra Revolución lucharán hasta la última gota de sangre.» ¡Le asegura que no tendrán jamás a Cuba!
Honor y gloria a Martí, ante su muerte, por la noble causa independentista del pueblo de Cuba.

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