La guerra de los mosquitos

Discursos xenofóbicos en los dos países atizan sentimientos de odio, que sólo dolor podrían causar a la gente humilde.Ojalá la sensatez impere en los

Un criadero de mosquitos ha sido el pretexto para que los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica distraigan la atención de los principales problemas que aquejan a nuestros pueblos.

Discursos xenofóbicos en los dos países atizan sentimientos de odio, que sólo dolor podrían causar a la gente humilde.

Ojalá la sensatez impere en los gobernantes para que este diferendo se resuelva de manera pacífica. En vez de alentar un falso nacionalismo, deberíamos aprender un poco de nuestra historia.

El 14 de setiembre de 1856, un puñado de 180 nicaragüenses derrotó a William Walker y sus filibusteros en la batalla de San Jacinto. Habían llegado a Nicaragua tras el pacto firmado en 1854 por el entonces mandatario provisional Francisco Castellón, quien acordó con el gringo Byron Cole la llegada de 200 mercenarios de la Falange Democrática, para que le ayudaran a los democráticos (liberales) a derrotar a los legitimistas (conservadores), en la guerra civil que se libraba en el vecino país. Como pago el gobierno entregó tierras a Cole.

Cole traspasó el contrato a Walker, quien tomó Granada en octubre de 1855, para después convocar a elecciones amañadas, en las que se proclamó presidente de Nicaragua en julio de 1856, con la ambición de anexar a Centroamérica a los estados del sur de Estados Unidos. El pueblo nicaragüense, nada dispuesto a dejarse esclavizar, se levantó en armas junto con sus hermanos centroamericanos. Del lado de Costa Rica, el presidente Juan Rafael Mora organizó un ejército que asestó golpes contundentes a los filibusteros, en la batalla de Santa Rosa, en el río San Juan y en la propia Rivas (quema del arsenal de los filibusteros). La derrota y fusilamiento de Walker en Honduras el 12 de setiembre de 1860, marcó el final de esta amenaza contra los pueblos centroamericanos.

La historia oficial en cada país da cuenta de las acciones de sus pueblos en la gesta contra los filibusteros, pero se esmera en desconocer que la victoria fue posible por la intervención unitaria de El Salvador, Guatemala, Honduras, expresado en el Tratado de Alianza firmado el 8 de julio de 1856 y Costa Rica que por la epidemia del cólera no pudo asistir, pero mantuvo su participación en la causa. La batalla de San Jacinto (Nicaragua), la batalla de Santa Rosa (Costa Rica) y el fusilamiento de Walker en Trujillo (Honduras), fueron determinantes para la historia de Centroamérica.
Han pasado 154 años y los filibusteros siguen llegando, ahora como grandes corporaciones que empobrecen a nuestros campesinos y trabajadores. Como Francisco Castellón, los gobernantes les regalan nuestros más preciados recursos estratégicos. Sus naves de guerra entran so pretexto de la lucha contra el narcotráfico, escondiendo su verdadero propósito de utilizar nuestras tierras para su belicista del Plan Colombia.

Pero la respuesta de nuestros gobernantes en nada se parece a las epopeyas de la lucha contra los filibusteros. Por el contrario, en las últimas semanas se ha desatado una verborrea “nacionalista” sumamente peligrosa a ambos lados del río San Juan. Ridículas poses patrioteras de quienes entregaron los intereses estratégicos de Costa Rica y Nicaragua, a las angurrientas transnacionales norteamericanas mediante un TLC antipatria. Risibles discursos sobre supuestas motivaciones ambientales, de quienes declararon de interés nacional la explotación de una mina de oro a cielo abierto cerca de la frontera, cuyos daños ambientales están harto demostrados.

Sólo favorecen los intereses mercantiles de sus socios extranjeros y ahora hablan de patria. No hacen nada cuando un hotel extranjero cierra el acceso a una playa privatizada; los que hace pocos meses sacaron por la fuerza a un grupo de indígenas que solicitaban a la Asamblea Legislativa que se discuta un proyecto de ley sobre la autonomía de sus territorios.

Con sus arengas patrioteras ambos gobiernos están sembrando el odio entre dos pueblos hermanos. En vez de pelearse demagógicamente, deberían imitar a nuestros próceres. Aprender de nuestra historia, y juntos reivindicar un proyecto regional en donde la economía esté al servicio de la gente y no la gente al servicio de la economía. Donde el río San Juan genere calidad de vida para las empobrecidas comunidades de los dos lados de la frontera. Bien harían en dedicarse a resolver los asfixiantes problemas y las carencias que golpean a la gente buena y humilde a uno y otro lado del río San Juan.

¡Otra Centroamérica es posible!

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