Soy defensor de los sindicatos, necesarios para que la democracia tenga al menos, todavía, el derecho a utilizar la palabra. Pero esta última huelga de los maestros (justificada por el salvajismo de dejarlos sin su pago, razón les sobra) tiene matices extravagantes.
¿Por qué no empezó esa huelga desde que se supo que el sistema Integra2 no funcionaba, en febrero del 2014?¿Quién se obstinó en echarlo a correr?
¿Con qué propósito?
¿Por qué no se atendió a los empleados de Recursos Humanos que denunciaron la inoperancia de la nueva plataforma de pagos? Desde su etapa de pruebas, los mismos funcionarios dijeron que no era momento de implementarlo, porque iba a chocar con el inicio del curso lectivo.
¿Quiénes son los propietarios de dicho software?
¿Cómo se negoció?
Pareciera que entre los sindicatos de educadores (mandos medios) hay gente poderosa del partido perdedor (invisibilizados), que busca afanosamente recuperar terreno con armas tan bajas. Pareciera que ha habido un montaje para desmejorar el gobierno de don Luis Guillermo −un partido que por vez primera en la historia asume el poder político− y utilizaron un gremio multitudinario como chivo expiatorio. Por qué desfogar esa vehemencia sorda y violenta para el orden público, con quien no tuvo, ni por asomo, un gramo de responsabilidad. Una huelga sin precedentes. ¿Por qué esa gallardía, a todas luces extemporánea, no se le aplicó al gobierno saliente, digamos… desde principios de abril?; los atrasos de salarios se empezaron a notar a finales de febrero. ¿Por qué había que esperar al cambio de gobierno? Para gran parte de la ciudadanía, han sido, como un prekinder con cédula, vilmente manipulados.
A quienes brinquen aunque el suelo esté parejo les digo: esto es solo una hipótesis que la racionalidad me cede el derecho a hacer del conocimiento público. Menudo favor les hacen al país y a un gobierno que ha entrado con las mejores intenciones sociales.