Alguien dijo una vez que el enemigo más temible de la democracia es la demagogia, aquella herramienta política que consiste en apelar a las emociones (sentimientos, amores, odios, miedos, deseos) para ganar el apoyo popular, mediante el uso de la retórica y la propaganda.
Hoy esta idea se ha sobredimensionado, a tal punto de que vemos hasta 20 anuncios diarios de televisión, de una sola candidata o candidato a la presidencia, la mayoría de las veces, diciéndonos lo firme y honesto que él o ella son y apelando a nuestra emociones, incluso envolviendo en su disertación, un falso discurso de género y hasta una serie incontable de promesas que de antemano no llegarán a cumplirse nunca, pero que nos llenan de una falsa armonía con la persona que vemos por la televisión.
Pero lo macabro de esto, no es únicamente la manipulación del inconsciente que se da a través de millonarias campañas por radio y televisión, que bien podrían venir a solucionar severos problemas de pobreza que azotan a nuestras familias, sino que el acceso a los medios de comunicación es “restringido”, de tal modo que terminamos viendo solo un par de rostros, como si solo dos o tres partidos políticos lidiaran para llegar a Zapote a “repartiesen” el país durante cuatro años.
Seria preciso acotar que la manipulación consiste en tratar a una persona o a un grupo de personas como si fueran un objeto, a fin de dominarlos fácilmente; El que manipula pretende seducirnos para que aceptemos lo que nos ofrece sin darnos razones, es decir, sin cuestionarnos nada, porque el manipulador no habla a nuestra inteligencia, sino que habla a nuestras emociones, hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para hacer corto circuito al análisis racional, y por ende al sentido critico de los individuos. Además, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o insertar ideas, deseos, miedos o temores, pulsiones, o inducir comportamientos programados.
Durante los próximos meses, estaremos bombardeados por las campañas de uno o dos partidos políticos mediante los diversos medios de comunicación masiva, ante ellos, no nos debemos hacer los sordos, pero tampoco y de ninguna forma, aceptar incuestionablemente el discurso político partidista, recordemos que el candidato que más se anuncia en televisión, podría ser el más rico, pero no necesariamente el que tiene la razón.
Atrás quedaron las campañas millonarias que envenenan la mente de las personas para incidir en su voto… podrán seguir despilfarrando su dinero con miles de anuncios, pero nuestro inconsciente seguirá intacto y nuestra razón será la luz que nos llene de esperanza.