Si la marcha es de putas, se supone que quienes marchan son putas.
Dime con quién andas y te diré quién eres, narra el viejo refrán.
También, como en manifestaciones de obreros, sindicalistas, empleadas domésticas, homosexuales y otras, hay quienes marchan como apoyo al núcleo central.
En este caso, no eran putas, pero hicieron el recorrido en apoyo a las putas, o ninguna era puta, pero bautizaron la marcha con ese nombre para llamar la atención, imitando alguna corriente extranjera.
Ahora, si no eran putas y simplemente organizaron una marcha de protesta justa y reivindicativa al sentirse ofendidas como mujeres por unas manifestaciones de dos sacerdotes ancianos, anclados en la prehistoria, pregunto… ¿por qué algunas y algunos se disfrazaron?¿Por qué el macho valiente y varonil que vistió con tallador y calzones a la Virgen de los Angeles, no dio la cara? ¿No era acaso honesta su protesta?
Olvidaron algunos que Costa Rica es país pequeño y por dicha o mala suerte, todos nos conocemos.
La mayoría de las líderes de los movimientos feministas son lesbianas, lo que no es ningún pecado; todo lo contrario, sus preferencias sexuales merecen respeto, igual los homosexuales.
No entiendo, entonces, si son tan valientes en tirarse a la calle a irrespetar el sentimiento religioso de un pueblo que venera a su Patrona, porque esconden sus respetadas preferencias sexuales bajo una serie de artificios gramaticales y cuestiones de género que solo buscan distraer la atención.
La que es puta es puta y punto. Se respeta su profesión y la que es lesbiana, que lo manifieste públicamente sin temor, sin andar enredando los conceptos.
Todo ser humano con valores respalda a las mujeres agredidas; repudiamos las agresiones físicas y maldecimos a los violadores; la mayoría tenemos clara la desventaja en que se mueven las mujeres en sus respectivos entornos.
Pero también sabemos que las protestas a las palabras de los sacerdotes ancianos, erradas e inoportunas, sin duda, se dan en mucho porque las dicen dos hombres y las lesbianas no son afines a ellos. El ataque entonces es al hombre, a la iglesia, al sacerdote, al varón.
Lamentablemente y duele decirlo, el peor enemigo de la mujer, ha sido la propia mujer.
Bienvenida la igualdad y la equiparación de géneros; aplausos para iguales oportunidades a mujeres y hombres en todos los sectores del desarrollo de una nación; que se les respete; que ganen igual o más que el hombre; que se salgan de las cocinas y asistan a las universidades, todos los logros de las mujeres, que les ha costado sangre, vidas y muertes merecen el apoyo de la humanidad.
Pero no se puede negar que la liberación femenina, cuando las jovencitas empezaron a acostarse con sus parejas desde la secundaria, a meterse en las cantinas, a fumar, drogarse y emborracharse e ir a la cama con el primero de turno, esto mandó al precipicio el matrimonio y la familia, los dos principales baluartes de una sociedad.
A las lesbianas no les interesa el matrimonio, ni la familia; ellas andan en otras cosas bien respetables; por eso, la marcha de las putas, organizada mayoritariamente por lesbianas más conocidas que Mauricio “Chunche” Montero, derivó en lo que derivó: no fue una defensa a la mujer, sino un ataque al hombre, al macho violador, encarnado erróneamente por tan distinguidas damas, en un par de sacerdotes que osaron abrir sus bocas y mandar un mensaje equivocado.