La militarización a la tica

Mataron a Ciro Monge, y como no soy sospechoso de narcotráfico, no me importó; vapulearon a vendedores ambulantes, y como no soy vendedor ambulante, no me importó; dispararon por la espalda con un fusil Galil a un pastor en Limón, y como no soy pastor, no me importó; derribaron los portones de la casa del […]

Mataron a Ciro Monge, y como no soy sospechoso de narcotráfico, no me importó; vapulearon a vendedores ambulantes, y como no soy vendedor ambulante, no me importó; dispararon por la espalda con un fusil Galil a un pastor en Limón, y como no soy pastor, no me importó; derribaron los portones de la casa del vecino, y como no soy sospechoso de estafa, no me importó; garrotearon a campesinos sin tierra en el Atlántico, y como no soy precarista, no me importó. Ahora les  toca a ustedes,  pero ya es muy tarde.

He  querido hacer una alegoría del  poema del escritor, dramaturgo e ilustre alemán,  Bertolt Brecht (1898- 1956), tan actual como cuando fustigó a los nazis, porque lo sucedido el día 12 de abril dentro de la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, además de repudiable, nauseabundo, nos pone en alerta sobre lo que ocurre y ocurrirá a mediano plazo con los cuerpos armados costarricenses.

No sé si servirá de consuelo  el siguiente hecho ocurrido el día 11 de febrero en el edificio de la Corte Suprema de Justicia a  las 4 p.m. El magistrado Ernesto Jinesta Lobo tuvo la ocurrencia de dirigirse hacia el tercer piso del edificio por el ascensor destinado a la plebe. Un oficial de la seguridad privada salió a su paso y con tono soberbio exigía la identificación a la autoridad judicial. Atónito, Jinesta Lobo, explicaba al “gorililla” vestido de oficial, que él era magistrado  y que se dirigía a una actividad en el tercer piso; no atendía razón, como bien los forman en sus academias,  hasta que un usuario medió por el magistrado y ofreció quedarse como garantía. El magistrado respiró tranquilo. No se lo cargaron.

 Traigo a colación estos hechos debido a que vistos en forma conjunta, como solemos ver los abogados las pruebas, descubrimos que hay dos discursos oficiales en casi todos los ámbitos del quehacer nacional. Nos llenamos la boca diciendo a la comunidad internacional  que  carecemos del tufo hediondo de orangutanes y otras especies, pero estamos atestados de cuerpos armados adiestrados por oficiales venidos de países de amplia trayectoria militar como Israel, Estados Unidos y Colombia; esta última gracias a su Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), de triste recuerdo ayer y hoy. Enumero algunos de estos estamentos armados: policías municipales, frontera, naval, de inteligencia y seguridad, OIJ, de migración, fiscal, Ministerio de Seguridad, cuerpos privados  (que suman más de cinco mil hombres).

Esto mismo sucede en materia de ambiente: decimos a la comunidad internacional que cuidamos el ambiente y nos hacemos, gubernamentalmente hablando, de la vista gorda para que los hoteleros y productores de etanol arrasen manglares; vamos a las conferencias mundiales sobre derechos humanos a defender éstos, mientras la esclavitud laboral en nuestros mares nos restriega la mentira en la cara.

Por eso,  lo acaecido el lunes 12 en la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, va más allá de una violación de la autonomía universitaria que, de paso, no es nueva.  En ocasión al pasado Referéndum hubo nefastos intentos de acallar a quienes rechazaban el “no” al tratado de libre comercio. Todo mundo supo de dónde venían las presiones. Desconocer ello es arrasar la  independencia resultante de la autonomía universitaria que garantiza la posibilidad de dar debido cumplimiento a los fines que son propios de dichas instituciones y que, indudablemente, van más allá de la simple formación de profesionales. Así, por ejemplo, de acuerdo con su Estatuto Orgánico, la Universidad de Costa Rica encuentra su razón de ser en la consecución de propósitos tales como: a) la promoción de transformaciones sociales para el logro del bien común; b) el desarrollo de políticas que estimulen la justicia social, el desarrollo integral, la libertad plena e independencia del país; c) la formación de una conciencia creativa, cívica y objetiva en los miembros de la comunidad costarricense; d) la búsqueda constante de la verdad, la eficacia y la belleza.

No entro a analizar si cualquier cuerpo armado del país tiene el derecho constitucional de ingresar al campus armado, botando agujas y poniendo en práctica lo enseñado por colombianos, israelistas y estadounidenses; pero sí llamo la atención de que los argumentos para justificar la vergüenza del lunes doce asemejan mucho a las justificaciones dadas por los militares chilenos, uruguayos y argentinos,  que en la década de los 70 pisotearon las universidades de sus países. “Cumplimos órdenes conforme a la ley”, decían. Así desaparecieron las voces disonantes.

Siento que el próximo 8 de mayo, en ocasión del cambio de poderes, es un momento oportuno para que desfilemos pacíficamente ante las delegaciones del mundo a contarles qué ha pasado en nuestro país con el ambiente, con los muelleros de Limón, con los porteadores, con los vendedores ambulantes víctimas de las policías, con la autonomía universitaria, con los precaristas etc. No dejaron opciones.

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