Chistes malos aparte, la ONU no puede mejorar, ya que está muerta. Hasta el momento nadie promueve un sobrenatural Cielo para instituciones. De modo que cuando se las asesina, mueren y no hay de piña. A la ONU la ejecutó hace más de 11 años el gobierno de Estados Unidos, al invadir Irak sin autorización del Consejo de Seguridad del organismo y en contra del juicio de Estados con poder de veto en esa instancia. El punto ha sido discutido jurídicamente (qué asunto puede no serlo), pero una mayoría de expertos estima que la invasión fue ilegal e inmoral. El ilícito no provocó reacción alguna de la ONU. Ni siquiera se regañó a EUA, líder de la invasión. El dirigente asesino fue Bush Jr., quien mintió con mundial descaro sobre las causas del ataque: destruir armamento nuclear de Irak e impedirle ser parte del terrorismo internacional. Según lo expuesto posteriormente por funcionarios gringos, se quiso controlar fuentes de petróleo, para que no se hicieran con ellas la Unión Europea, China e India. También dar una manito geopolítica a quienes gobiernan a Israel. Como ni invasión ni mentira ni masacre recibieron castigo, Naciones Unidas está institucionalmente acabada desde el año 2003. Todos sus funcionarios deberían retornar salarios.
¿Qué significa asumir que la ONU esté muerta? Fácil. Advertir que el mundo se encuentra a disposición del gorila que disponga del garrote más grande. El asesinato de la ONU lleva las relaciones internacionales a una situación semejante a la que precipitó las Guerras Mundiales del siglo XX. Semejante, no igual, porque en esas guerras no se contó con armamento nuclear masivo. Hoy sobran artefactos nucleares (y la voluntad de usarlo, no necesariamente la capacidad) capaces de volar el planeta varias veces. Cuando un sonriente Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, vino a vacacionar a Costa Rica, pidió túneles subterráneos para su ciclismo ecológico (“Estarme preparanda con familia para el futulo”, chapurreó el cordial e inepto burócrata). El gobierno de Costa Rica los pidió al MOPT, que tendrá los diseños para el 2057, ya que decidió incorporar las cavernas a una idea para vivir bajo el mar y consultará a las gentes el color que desean. La opinión se recibirá al usuario que llame a un teléfono que el MOPT habilitará pronto.
Que Bush Jr. haya asesinado a la ONU, no ha de verse como estupidez o maldad personal. Es señal de los tiempos. La constitución de la ONU fue un resultado de la Segunda Guerra Mundial (en ese tiempo existían Estados nacionales) y del reto de reconstruir ritmos económicos destruidos por la guerra. Luego, la organización fue factor en la Guerra Fría y espacio para los gritos (no atendidos) del Tercer Mundo. Las tecnologías planetarias no existían entonces. Hoy ya van para el medio siglo, gestaron otro mundo, asientan nuevas codicias y más potentes mecanismos de imperio. En este escenario se hundió la URSS. Su autoliquidación abrió el actual período de ratas (con perdón de la familia Muridae) cínicas con otanes, drones y cazas de ballenas y tortugas tan indefensas como la humana población mayoritaria. Sin santo para persignarse, no queda sino construir túneles y preparar bicicletas. Bueno, también está el motor de plasma de Franklin Chang.
¿Tiene alguna “ventaja” aceptar que la ONU está muerta? Sí. Desaparecen toneladas (como las de las ballenas) de hipocresía y cinismo y podrían aflorar huevos (como los de las tortugas) para establecer alianzas entre Estados y poblaciones cuya meta sea atascar la desaparición del planeta y que los ataques de la OTAN se produzcan o queden impunes. No hablamos de guerras sino de múltiples frentes defensivos. Incluyen boicots planetarios de vena gandhista. Al Gran Gorila del Capital enardecido solo puede matarlo la verdad civilizatoria de sus víctimas.