La Pasión del Capital

Mitigados el recogimiento intenso y la fecunda espiritualidad que vivió la mayoría de costarricenses durante la vacación de Semana Santa, conviene informar del nuevo

Mitigados el recogimiento intenso y la fecunda espiritualidad que vivió la mayoría de costarricenses durante la vacación de Semana Santa, conviene informar del nuevo proyecto que Mel Gibson se ha propuesto ofrecer como un segundo esfuerzo honesto por reflejar la rudeza humana y enfrentarnos a todos con la responsabilidad de cambiar el mundo, propósitos que, además de cubrir gastos, alimentaron su film sobre la ejecución de Jesús de Nazaret.

El fundamento del nuevo producto es sólido. «Jesús», dice Gibson, «fue hijo de Dios. Pero todos los seres humanos lo somos, incluso judíos y romanos». Sin afectación, agrega: «Jesús murió en la cruz pero, por su Padre, sabía que resucitaría. Además ,la crueldad de su maltrato fue cosas de horas o días. Mi nueva película mostrará ferocidades seculares contra personas y culturas que no tenían guión con final feliz. Solo sufrieron. Se trata de maldad verdadera, histórica, y me propongo enseñarla en toda su vileza.»

El film de Gibson tiene como título The Passion of The Capital y cubre la etapa en que el capital mercantil y financiero ganó posiciones al interior del mundo feudal. El cineasta titubeó respecto a fechar en el siglo XI o XV el inicio de esta crueldad y confiesa que coqueteó con otro título: La Saga Abyecta. El éxito comercial de la primera Pasión y la posibilidad de emplear un guión puramente descriptivo resolvieron dudas. Gibson desea que los espectadores vean la obra como The Passion II.

La película expone primeros planos de campesinos e indígenas acosados y mutilados, despojados de tierras y esperanzas, la transformación de África en zona de caza humana, la rebelión de Holanda contra España, la cruzada de Inglaterra contra la Revolución Francesa y culmina con las guerras del opio contra China. Gibson se excita: «Las barbaries y atrocidades perpetradas por los cristianos contra todos los pueblos que pudieron subyugar no tienen paralelo en la historia universal. Ninguna raza (?) ha sido tan salvaje, grosera, implacable y desvergonzada». Ilustrando el poder de los banqueros, Gibson ofrece, cuadro a cuadro, una secuencia del ahorcamiento que castigaba a los falseadores de dinero.

Los puritanos, dice Gibson, ofrecían 100 libras esterlinas por la cabellera de cualquier indígena mayor de dos años. A muchos se les despellejaba antes de asesinarlos. Palizas, azotes, hambre, tortura, secuestro de infantes, disoluciones familiares, trabajo bestial, fueron filmados en hilanderías de Lancashire, Inglaterra. A los crímenes españoles se les otorgó 12 minutos.

«A fin de cuentas», opina Gibson, «a Jesús no le cortaron las orejas ni se le marcó con hierro, como vagabundo o esclavo. Y él tenía una misión. Estas otras víctimas, millones, fueron solo objetos para la gula del capital. No se puede imaginar un espectáculo más feroz».

¿Qué espera Mel de su película? «Mostrar mi fe», dice. Se ilumina al añadir: «Y hacer dinero, claro».

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