Recién regresaba de Ginebra, Suiza, (1990) cuando inicié investigación sobre el ámbito educativo costarricense para intentar ayudar a mejorarlo (recorrí de preescolares hasta facultades de educación) me sorprendió encontrar en los centros universitarios las mismas
prácticas y conceptos de hacía 40 años -bodoquitos, carteles, seguir laberintos, hojas para rellenar con coloreo, destrezas, aprestamiento, eclecticismo, mescolanzas- y, recientemente, como habíamos denunciado: Fuertes inconsistencias pedagógicas y epistémicas: Confusión.
Estas inconsistencias siguen presentes en el último capítulo educativo tanto entre actores que han elegido el guión de “personajes conservadores” como entre quienes han elegido el papel de personajes “revolucionarios” y revolucionarias repentinas de la educación; en una escena parecida a un montaje teatral, en que escenario y personajes siguen siendo los mismos de hace 30 o 40 años.Quienes durante décadas, desde los 80 en las universidades, se opusieron a los cambios en defensa del empirio-conductismo, del apresto ecléctico, la memorización hueca, la falta de lúdica, hoy parecen cambiar súbitamente su vestido por el de innovadores y “revolucionarios” educativos.
El punto es ¿Desde dónde? No se revoluciona la educación desde una carencia epistemológica de décadas como no se asimila la complejidad sin el dominio real de Piaget, pero no es solamente el dominio de teorías en sí sino el talento creador lo que más hace falta. No basta usar ropaje o paraguas de color filosófico.
Mediante teorización e investigación simultáneas en trabajo de campo, la Escuela Laboratorio IPEI (1992-2005), pionera del constructivismo, fue el epicentro de una revolución educativa costarricense de resultados asombrosos: Más allá de la excelencia, al saber cómo y cuándo trimestralizar (solo la evaluación, y cuándo evitarlo) y al abrir una educación sexual que es solo subtema del eje integral: Saber pensar, elegir, y debatir, cuándo lanzar normativas o lineamientos para una evaluación con dibujo y desarrollo, cómo hacer los experimentos dentro del aula, uso creador del debate y del juego por etapas específicas, la pedagogía que inicia con la práctica dependiendo de variables, video en estudios sociales, lectoescritura pasando del texto a la copia y al dibujo (solo de cierta manera), matemática con cuadrícula, boliche y pesca, juegos de mesa; las mesas opcionales para sobredotados, el club de lectura, tolerancia a la diferencia -que trajimos de Suiza, donde era urgente- y distintas formas de familia, el legado cultural de los indígenas en Costa Rica y otros muchos contenidos que aparecieron luego casualmente en programas del MEP -pero lo hacíamos sin bajar al relativismo y todo acorde con el diagnóstico mediante escalas de creatividad, causalidad, secuencias específicas. Igual una nueva teoría y la investigación diversificada según la naturaleza del objeto de estudio (Rojas Z.1993-2000), los ejes temáticos reales (que no son transversales), las llamadas adecuaciones que llamamos una escuela adecuada. Pero hay que saber cómo hacerlo. El IPEI tuvo innegables logros en ética, estética… no por seguir recetas teóricas o prácticas y menos un pobre relativismo multicultural o ético.
En IPEI, se conducía un vuelo en el que la alta pedagogía (filosófica) era ineludible. Aunque es agradable escuchar tintinear nuestras palabras “construir” la vida, “construir” conocimiento, trans e interdisciplinas, una educación para crear, pensar, elegir, para el juicio crítico”, la inteligencia, pues no se tenía el temor de no ser capaces de definirla y desde Piaget no es simple coeficiente intelectual. El punto es cómo y cuándo actuar.
A veces necesario es abrirse humildemente a aprender el arte de secuencias socio-psico-genéticas, tipo de diálogo, operatoriedad, estructurar según escalas de creatividad, causalidad, valores, sensibilidad, etc. sobre todo la filosofía, sobre lo que sí podría sostenerse una capacitación.
Es necesario entender la reflexión de fondo, la base epistemológica, es así que por ejemplo, las TICS y la sexualidad deben introducirse dentro de un sólido referente como es el juicio crítico.