¿Vivimos en el país más feliz del mundo? Según el Índice Happy Planet de la Fundación Nueva Economía publicado cada dos años, pareciera que sí…
Pero si esto es cierto, ¿por qué ambientalistas como Jairo Mora Sandoval son asesinados en nuestras playas del Caribe por proteger a las tortugas y sus verdugos son condenados por otros delitos permaneciendo impunes por ese crimen? Todos sabemos que una de las profesiones más cuestionadas en las últimas décadas ha sido la de ser Juez de la República, precisamente porque hechos como el señalado se repiten con demasiada frecuencia.Por otra parte, los partidos políticos en Costa Rica “no existen” o van camino a la extinción, a pesar de honrosas excepciones, ya que se han transformado en sociedades mercantiles que se turnan el manejo del Estado para hacer negocios, mientras algunos políticos convertidos en acosadores sexuales defienden con uñas y dientes sus curules o alcaldías y los niños vuelven a hacer noticia por los ultrajes y asesinatos de que son objeto, volcándose el país entero a la sanción moral que dura hasta que una nueva tragedia empañe a la anterior.
¿Vivimos en el país más feliz del mundo?
Con un Estado condenado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la prohibición legal de la fecundación in vitro establecida en el año 2000, imposibilitando a muchas familias el derecho de procrear.
Entretanto, se investiga la denuncia de los padres de una de las gemelas desaparecidas al nacer en el Hospital San Juan de Dios, mientras las adolescentes embarazadas aumentan día a día, gracias a la oposición de sectores extremistas que condenan una adecuada educación sexual y el uso de anticonceptivos que evitarían los embarazos no deseados y la transmisión de enfermedades, además de que solo mujeres con recursos económicos pueden viajar al extranjero a realizarse abortos para controlar su natalidad, lo que no es secreto para nadie. Por otra parte, las parejas del mismo sexo no tienen derechos y si quieren tenerlos, se les descalifica por ello.
A este panorama poco alentador, se suma el hecho que en nuestro país hospitales como el Calderón Guardia son intervenidos por denuncias de venta de órganos a extranjeros y diversos casos de corrupción. Entretanto, los centros de salud en Guanacaste son incapaces de atender la gran cantidad de enfermos renales por consumir agua con arsénico y sufrir condiciones laborales infrahumanas, según reconoció en conferencia de prensa la Presidenta de la CCSS y al mismo tiempo, el sistema de salud pública y de pensiones sigue siendo saqueado por la evasión del pago de cuotas obrero-patronales y los indígenas que viven en Buenos Aires de Puntarenas son amenazados, vapuleados y expulsados de sus tierras por tratar de hacer valer sus derechos, mientras las familias Ngobe continúan explotadas como mano de obra barata en la cosecha del café, siendo tema de debate cada mañana en la radio.
¿Vivimos en el país más feliz del mundo…?
Y el Ministerio de Seguridad Pública continúa sumando los muertos de la lucha por el control territorial entre bandas de narcotraficantes en Desamparados y otros sectores, como un problema que nos aqueja a todos y del cual nadie se hace responsable a la espera del debate sobre la legalización de la marihuana. Mientras tanto, el turismo sexual es un delito en Costa Rica, pero aun así proliferan la cantidad de proxenetas que vacacionan cada año en nuestras playas.
Ni qué decir del problema del desempleo que sigue creciendo y afecta al 9,7% de la población según las cifras oficiales, donde los más perjudicados son los jóvenes y mayores de 40 años. Entretanto, la empresa Jacks da un ejemplo claro de que el dinero no tiene patria, al optar por invertir fuera de Costa Rica, porque así generaría menores costos…
¡Sí, claro, vivimos en el país más feliz del mundo…!