La terapia física entre la verificación y la falsación

Si bien es cierto que las discusiones filosóficas en torno a la naturaleza de la ciencia son bastantes más extensas y exhaustivas que lo

Si bien es cierto que las discusiones filosóficas en torno a la naturaleza de la ciencia son bastantes más extensas y exhaustivas que lo que se plantea en el presente artículo, se partirá de los posicionamientos teóricos más básicos de los principios de verificación y  falsación para sustentar la discusión del quehacer de la terapia física.

El principio de verificación aportado por el Positivismo Lógico implica que si una afirmación puede ser verificada, ello la convierte en científica, en virtud de la exclusión de conjeturas sobre creencias, opiniones o preferencias. Por su parte, el principio de falsación planteado por Karl Popper, indica que la esencia de la metodología científica consiste en producir generalizaciones que resistan los intentos de falsación.

A partir de los principios mencionados anteriormente, ¿qué sucedería si sometemos a estos dos principios algunas técnicas fisioterapéuticas? Intentemos entonces verificar la afirmación “La compresa fría está indicada en los estados agudos inflamatorios de las lesiones del aparato locomotor” y sometamos a falsación “El vendaje neuromuscular está indicado en los estados agudos inflamatorios de las lesiones del aparato locomotor”. Completemos el ejercicio haciéndolo a la inversa. En caso de que ambas técnicas resultaran tener un fundamento científico para su aplicación, ¿cuál de las dos técnicas se debe elegir?

En el ámbito internacional se han realizado importantes esfuerzos de investigación, encaminados a que la terapia física fundamente su quehacer en prácticas basadas en la evidencia científica. Durante este proceso se han enfrentado dificultades, tales como la diversidad y complejidad de procesos anatómicos y fisiológicos presentes en los seres humanos, y cómo estos responden ante las intervenciones, la utilización simultánea de varias técnicas −en un sinfín de combinaciones de parámetros y aplicaciones posible−, lo que dificulta discriminar a cuál herramienta se le atribuye el efecto obtenido.

Estos retos se refieren a dimensiones biológicas; no obstante, estos retos alcanzan una complejidad teórica y metodológica mayor si se consideraran la dimensión de conciencia y conducta, ecológica y económica. No en vano, estas discusiones han sido grandes deudas en la comprensión de los procesos de salud-enfermedad, que han sido relevadas desde la salud pública y la epidemiología crítica.

Se podría interpretar que encontrarse en un momento histórico de consolidación de la autonomía y reconocimiento social de la profesión, resulta poco propicio para la autocrítica de sus elementos fundamentales.

Si esta discusión se quedase exclusivamente en el plano de la abstracción filosófica, sobre lo que es o no científico, cabría la posibilidad de justificar que ésta sea aplazada. Sin embargo, existe una razón éticamente indiscutible, por la cual no es posible postergar los procesos de autocrítica, respecto al quehacer de nuestra profesión: la persona que recibe los servicios de atención fisioterapéutica.

La persona que acude a recibir servicios de atención fisioterapéutica es un sujeto de derechos, cuyo responsable de tutelarlos es en parte el profesional en salud. El derecho al consentimiento informado, el derecho a decidir sobre las intervenciones que propone aplicar el o la profesional, con base en los beneficios y perjuicios asociados, el derecho a la privacidad, son solo algunos de los principios que deben resguardarse. De esta forma, los cuestionamientos en torno a la verificación y la falsación de las técnicas utilizadas en la atención fisioterapéutica, toma su justa dimensión: la dimensión humana.

En virtud de resguardar la dimensión humana de la atención fisioterapéutica, dejemos de darle supremacía a las imposiciones del complejo médico industrial, de lo que se encuentra o no indicado para la atención de las afecciones del aparato locomotor. Perdamos el miedo a cuestionar nuestros conocimientos por más sólidos que parezcan y aprovechemos para plantear nuestras dudas e interrogantes. Aprendamos que si la compresa fría que aplica la abuela en su casa es igual de efectiva que la que nosotros aplicamos en un consultorio, no hay razones para cambiarla, por más rudimentaria que parezca; y no por ello dejan de tener mérito la ciencia y la técnica, que se encuentran detrás del quehacer fisioterapéutico responsable.

 

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