En el semanario Universidad N°1955, del mes de julio, se publicó un artículo con largo título de la politóloga Ana Lucía Hernández D. quien se ocupa en él de los esfuerzos del equipo de Rectoría por cesar a la Directora actual de este medio, la periodista Laura Martínez.
El aporte de la politóloga Hernández incluye varios temas. Dos párrafos se dedican a elogiar al Rector Dr. Henning Jensen con quien ha trabajado desde el año 2005. Lo describe como trabajador infatigable, persona crítica, creativa y reflexiva.
Si se conversa con él, se obtiene una grata lección. Cultísimo, el Dr. Jensen jamás se enoja o se expresa mal de alguien. Todas sus decisiones son fundadas y serenas. Conoce a la UCR como nadie. Quien opine algo negativo acerca de él, ni le conoce ni le tiene consideración.Estos párrafos llevan a la politóloga Hernández a expresar su sorpresa porque el equipo del semanario, y su Directora, han nutrido, a su juicio, la especulación acerca del carácter de la decisión del actual equipo de Rectoría. Estos periodistas, al parecer, y su Directora, encajan entre quienes no conocen al Dr. Jensen ni le tienen consideración alguna.
Otro párrafo lo dedica la politóloga Hernández a la Directora del semanario. Aquí es preferible citar: “¿Es que acaso ella piensa que el Semanario no es perfectible? ¿Es que acaso ella cree que no hay un solo periodista en todo el país capaz de dirigir ese medio y hacerlo mejor que ella? ¿No es eso desconsideración con sus pares? ¿De dónde tanta arrogancia? ¿Acaso cree ella que es la única persona capaz de garantizar a la comunidad universitaria el espíritu crítico, la libertad y la independencia que deben caracterizar a este órgano de comunicación universitaria?”.
Ya se ve: Laura Martínez no conoce la personalidad del Dr. Jensen ni le tiene consideración. Además es arrogante y subvalora a sus compañeros de profesión. Laura Martínez se cree única.
Antes, la politóloga Hernández regañó a quienes estiman que la Directora del Semanario debería seguir en el cargo. Son conservadores. Le temen al cambio. Además, penúltimo párrafo, añade son ‘amistades’ de Laura Martínez que confunden su amistad con las “condiciones profesionales, legales e intelectuales idóneas para mantenerse al frente de la dirección del Semanario”. La directora, dice, no es idónea para su función y busca con arrogancia perpetuarse en ella mediante amigos. Poderosos han de ser éstos para ‘retar’ al equipo de Rectoría.
Quien escribe estas líneas no es ‘amigo’ personal de Laura Martínez. La conoce porque es la Directora de un medio que, desde mucho antes de su gestión, me concede un espacio. Elegí el Semanario para colaborar cuando el sesgo editorial de la prensa local me resultó abusivo. No estimo que Laura Martínez sea arrogante porque desee mantenerse en su cargo. Creo que tiene autoestima legítima, como persona y como periodista, y defiende lo que considera ha hecho bien con medios muy limitados. El Semanario fue el que publicó el ‘Memorándum del miedo’ que expulsó de su cargo a un Vicepresidente de la República. Y hoy despliega en portada caricaturas que desnudan la catadura de quienes controlan el país. Estas caricaturas, asentadas en la tradición de Hugo Díaz, ameritan mostrarse por doquiera. Hacen más por la ciudadanía costarricense que miles de discursos.
Tal vez los juicios de la politóloga Hernández sobre el rector Jensen sean justos. Pero ni ella, ni el equipo de Rectoría, han asumido bien la grata capacidad pedagógica que ella le atribuye. Habría bastado que este equipo, alentado por su cabeza, hubiese realizado un análisis profesional (periodístico) e institucional del Semanario y lo hubiese comunicado a los universitarios para indicar cómo se solucionarían sus ‘deficiencias’ y, también, si procedía, por qué debía llamarse a concurso su dirección, para que el asunto hubiese transitado otra ruta. Seguramente el Dr. Jensen está muy ocupado en otros temas. Pero su equipo no debió ignorar que el Semanario tiene un prestigio ganado y sostenido como medio alternativo en un país muy conservador. Nació así. La periodista Martínez lo ha mantenido así. No es conveniente que se le receten “cambios” sin explicarle a la población universitaria y al país con tanta precisión como sea factible en qué consistirá su nuevo estilo. No haberlo hecho, e insistir en no hacerlo, podría ser interpretado, entre otros juicios, como “arrogancia”.
