La trocha 2013-Laura Chinchilla

La trocha de la discordia tendrá un desenlace fatal para el pueblo costarricense, y no me refiero a los 40.000 millones que fueron a

La trocha de la discordia tendrá un desenlace fatal para el pueblo costarricense, y no me refiero a los 40.000 millones que fueron a parar a las finanzas de algún político-empresario. Tampoco me refiero al enorme daño casi irreparable que le generó a la cuenca del San Juan. Algo menos común y que trasgrede la imagen histórica de esta nación. No vale la pena reparar en preguntarse qué estaría pensando la señora presidenta cuando, junto a su fiel grupo de filibusteros top-gun, en uno de sus arrebatos de incongruencia la bautizó “1856-Juan Rafael Mora Porras”. Los Lacanianos abandonaron la tarea y el DSM-IV es muy inespecífico en este tipo de asuntos.

La única explicación que podemos dar en este momento es que doña Laura y su clan presidencial estratégico-militar, después de haberse quemado las pestañas tratando de instalar Google Maps, miró la pintura de Juanito Mora que estaba en la pared, y exclamó: “amigas y amigos…” y ya sabemos el resto de la historia. Abusándose solapadamente del clamor del pueblo que en las calles pedía que se defendiera la soberanía nacional, y en una pataleta de ahogo por rescatar la imagen de la presidencia; la gran respuesta a la crisis política en octubre del 2010 fue la trocha.

Al inicio, a muchas personas les parecía que ese proyecto abrazaba un sentimiento cabal a la coyuntura nacionalista de buenas intenciones, y que de paso iba a servir para sostener “la invasión” nicaragüense en la isla Calero. Y así se plasmó en la opinión popular cuando el diario La Nación publicó un 18 de febrero de 2012 una nota titulada: “Nombre de trocha fronteriza revive espíritu nacionalista”. No puedo asegurar que a muchos empresarios contratistas se les exaltaba el “espíritu” más que a los ambientalistas, pero tampoco lo voy a negar.

Sin embargo, a la señora presidenta en particular y al pueblo en general, le salió el tiro por la culata cuando lo que se logró en el país del norte fue una sonora carcajada que todavía resuena por las calles de Managua y aledaños. Hace unos meses, un medio de comunicación importante en Nicaragua publicó: “Defensas ticas en frontera se atascan por la trocha”, haciendo burla de la estrategia militar de Chinchilla frente al conflicto fronterizo.

No es un problema de nacionalismo, es un problema de irrespeto a los cimientos de Costa Rica como estado soberano. Juan Rafael Mora expuso su vida por la dignidad de un pueblo, el mismo que hoy le paga con bautizar una calle cada día con más sinsentido. Un presidente que estuvo dispuesto a morir por su patria no puede ser recordado de esa manera, mucho menos por una presidenta que no le da ni la cara al país cuando se la ha demandado. Así nos lo demostró el 11 de abril y con las recientes discordias por el dizque-contrato con OAS.

En fin, la trocha pasó de ser un proyecto declarado como de “Emergencia Nacional”, para convertirse en una estafa nacional. Y mejor no hablar de los cuestionados estudios de impacto ambiental porque ya eso es casi que el cliché de nuestro gobierno. Y ni mencionar el desacato a una medida cautelar de la Corte Centroamericana de Justicia por el daño ambiental.

A la señora presidenta le preocupaban las gestiones que estaban realizando oficialmente en Nicaragua desde el pasado mes de julio que incluían obras sobre el río San Juan, ya que las zonas iban a recibir un impacto nocivo en el nivel ambiental. Por suerte para biodiversidad local, el pasado 13 de mayo el gobierno nicaragüense comunicó que desistirá de los intentos de construir el canal interoceánico. Eso quiere decir que ya Chinchilla puede estar tranquila, y que debería aprendiendo con el ejemplo de los señores Ortega y Pastora. Los que saben y han estudiado el tema hace mucho anunciaron que la trocha es un proyecto que, económica, social y ambientalmente, no tiene ni pies ni cabeza o algo parecido. La tala no fue más indiscriminada que la corrupción, y la remoción de tierras sólo se compara con la soberbia de su gobierno.

No puedo dejar de sentirme mal por usar un tono burlesco para referirme a la ingobernabilidad a la que las y los políticos de turno han sometido a este país, pero don Parmenio Medina nos heredó las dulzuras que hay en la acidez crítica y sarcástica (con el respeto que este gran periodista que se merece y guardando las distancias más que obvias). Así que, señora presidenta: la memoria de un héroe nacional se rescata practicando sus valores, sus principios. La invito a usted y a la Comisión de Nomenclatura a que reconsideren esta atrocidad, y que le busquen un nombre más adecuado a lo que esa trocha ha sido: un barrial de corrupción, mentiras, sinsentido, estafa y despilfarro. En el PLN hay muchos nombres de los cuales elegir, y sin ánimo de ser sexista, podemos pensar en la primera carretera con nombre de mujer. O René Castro, para no tener problemas de género y así darles a todos y todas por parejo.

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