El término paradigma es aplicable a muchas situaciones epistemológicas, aunque el término adquiere con Kuhn cierta delimitación en su uso (el mismo Kuhn empleó muchas acepciones del término aparte de las posteriores delimitaciones realizadas, como “matriz disciplinaria” y “ejemplar”). Cierto paradigma racional para la deliberación exige estar dispuesto a aceptar que los propios argumentos no cuentan con una buena sustentación, y que la creencia que da base para la argumentación objetiva puede no ser epistémicamente sustentable.
La racionalidad es una práctica cultural que consiste en la adopción de creencias a las cuales se les atribuye validez objetiva y desde las cuales se parte para ofrecer argumentos como racionalmente válidos. Afirma el biólogo H. Maturana “que no podemos forzar a nadie a través de la razón para aceptar como racionalmente válido un argumento que él o ella no ha aceptado todavía implícitamente como válido”. Pero esta afirmación es sospechosa. Si no podemos, ya no forzar, sino convencer a alguien con argumentos para que acepte la validez racional de otro argumento, no podría existir diálogo consensuado ni deliberación. Cada quien estaría ubicado en su pequeña isla racional contemplando su propio océano de creencias.
Los argumentos pueden contar o no con validez epistémica de acuerdo con el objeto tratado. Es fácil apelar siempre a que el argumento ofrecido por el otro no es aceptado por nosotros como racionalmente válido. La erudita aseveración: “respeto tu opinión, pero no la comparto” refleja esa situación. Puede expresar el deseo de no discutir la validez objetiva de un argumento dado por el otro interlocutor.
La deliberación tiene que contar con algunos presupuestos mínimos que orienten la discusión objetiva. Por eso es absurdo creer que el diálogo deliberativo, así sin más, es fundamento de la toma de decisiones bioéticas. Considérese la siguiente afirmación: “un embrión humano no es un ser humano formalmente, y no tiene sentido hablar de que es potencialmente un ser humano. Por tanto, la investigación que utilice embriones con fines terapéuticos es bioéticamente aceptable, toda vez que no irrespeta la vida de un ser humano”. El argumento puede ser mejor sustentado, tanto a favor como en contra. Si no aceptamos este argumento como racionalmente válido, tendremos una serie de motivos argumentativos para rechazarlo, al igual que si lo aceptamos tendremos otra serie de motivos argumentativos a favor. La razón está situada según los referentes racionales que hemos aceptado implícita o explícitamente.
La validez racional de un argumento está condicionada por la racionalidad cultivada por quien emite y recibe un argumento. La razón objetiva se relativiza. Para que exista deliberación tiene que existir una relación contractual para aceptar creencias que no se creen, para aceptar razones ajenas que figuran como irracionales de acuerdo con la propia racionalidad. No solamente se trata de escuchar razones o argumentos, sino de estar dispuesto a cambiar de criterio si las razones o argumentos dados revisten objetividad en el asunto tratado. La deliberación requiere un paradigma racional que esté dispuesto a revisar las propias creencias que sustentan verdades objetivas. Es posible que las creencias, a las que les atribuimos valor epistémico, no sean tan epistémicamente sustentables ni válidas, y que esa verdad objetiva desde la que hablamos, no lo sea del todo.