La verdad sobre la fecundación in vitro

Recordando a Tolstoi, no tanto por sus incomparables novelas, sino por sus postrimeros ensayos, La Esclavitud de Nuestro Tiempo

Recordando a Tolstoi, no tanto por sus incomparables novelas, sino por sus postrimeros ensayos, La Esclavitud de Nuestro Tiempo, entre otros; nos admira observar que sus ideas se proyectan, increíblemente, con mayor actualidad para nuestros días, que para los tiempos de su aparición a principios del siglo pasado; y reflejan la madurez política de un Tolstoi valiente, libre pensante, anarquista, real y profundo.

Ese Tolstoi que poco antes de su muerte física, anotara que la esclavitud de los pueblos, mientras quieran tener gobernantes, es una trampa que va evolucionando desde el látigo hasta las formas más indignas, pero modernas y sofisticadas de esclavitud y avasallamiento. Formas perceptibles casi solamente para los que han tenido la posibilidad de ojear a autores de su talla, o de la talla de Bakunin, Proudhon, Kropotkin, Malatesta, y otros más.

Pero lo más grande de Tolstoi no fue llegar al final de sus días terrenales convencido de que mientras haya poder político habrá esclavitud, sino haber dejado el conocimiento de que la existencia del poder político es el rasgo social determinante y fundamental de la falta de evolución mental de los pueblos; y en especial de los bípedos que aspiran a gobernar a otros; es decir, la certeza de que estamos aún en una etapa de transición del pensamiento irracional hacia el cerebro racional y libre, que será alcanzado, plenamente, solamente cuando acabe toda forma de violencia y esclavitud sobre el planeta, y podamos gobernarnos a nosotros mismos, en paz y sin intermediarios políticos ni gobiernos.

Ese concepto de Tolstoi nos ayuda a comprender, sin odios, las ansias de poder del político, y la desventura humana que causa su presencia, igual que comprendemos el comportamiento de las fieras y predadores de la selva.

Gobierno es violencia y esclavitud. El poder político es odioso; no puede funcionar de otra manera que no sea por la fuerza o el engaño; es decir, mediante el crimen, en todo el espectro de su amplitud delictiva; delincuencias que impregnan, absolutamente, cada esfera del poder, en forma tan perspicaz, que sus agentes ignoran, muchas veces, que están procediendo de acuerdo a prescripciones inmorales y antisociales; y hasta consideran que sus decisiones son loables y patrióticas.

De ese proceder inmoral y del sutil avasallamiento social, encontramos cientos, quizá miles de ejemplos diarios en cada actividad de los poderes que gobiernan; pero el siguiente, si Tolstoi viviera, es el que hubiera ofrecido para ilustrar La Esclavitud de Nuestro Tiempo:

Hace algunos días, se estableció por decreto la obligación de la fecundación in vitro para que la CCSS rinda ese servicio.

Por un lado se trata de obligar a una entidad de salud en ruinas (saqueada y arruinada por los mismos políticos); una entidad que se debe a la población total de asegurados; para que brinde un servicio de lujo, casi cosmético, y que está muy por encima de lo que son las necesidades más apremiantes de los pueblos. Por el otro lado, tenemos una medicina que evoluciona a pasos gigantescos e imposible de alcanzar con las privaciones institucionales actuales.

Quizá mañana sea posible una operación de las cuerdas vocales para que cualquiera pueda cantar como Pavarotti. ¿Debiera también la Caja asumir esos costos, mientras ciertos salones, de ciertos hospitales, debido a sus carencias, no son más que morideros públicos?

Probablemente una pareja que no tenga hijos ni dinero se deprimiría ante la negativa de la Caja de ofrecerle la fecundación artificial; al igual que lo haría, en el hipotético caso, el aspirante a tenor. Pero ¿Qué vamos a hacer? ¿Otra medida populista, esclavizante y violenta sobre los derechos del resto de los asegurados que deben pagar, con sus propios recursos, por esas operaciones innecesarias, mientras, tal vez, ni siquiera cuentan con una cama de hospital para terminar sus días?

Patético ejemplo que ilustra esa apariencia de patriotismo; de protección y justicia social; de deber y diligencia del poder político, cuando no es más que esa forma sutil de cómo se presenta la moderna esclavitud, descrita por el gran genio ruso; por más que esas otras burocracias vividoras y alegres como la ONU feliciten al ejecutivo costarricense por su flamante desacierto.

Dicen que el señor feudal

tuvo siervos a montones.

Hoy no son tiempos mejores,

porque cada administrado

es otro siervo menguado,

¡pero con muchos señores!

 

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