La vivienda desde el café de recoleta

Recientemente se realizó una de las más importantes exposiciones de construcción y vivienda del país. Bastó con un solo paso en la gran galería

Recientemente se realizó una de las más importantes exposiciones de construcción y vivienda del país. Bastó con un solo paso en la gran galería de exposición para saber a lo que íbamos.

Asombrosamente la marginalidad, la segregación y desigualdad social dejan de existir. Las soluciones de vivienda o mejor dicho “el símbolo vivienda” giran en entorno a un imaginario creado por el ambiente corporativo de las desarrolladoras de este país. Mientras el acceso a la vivienda digna se queda en la gaveta del despacho de los políticos en campaña, la dolarización, “llave en mano”, “tasa fija” y “la aprobación en 10 días” son una constante en la retórica de los asistentes, quienes parecen fascinados por una seductora realidad artificial muy bien colocada e iluminada en los anaqueles del mercado inmobiliario.

No basta con entender el concepto de vivienda digna como el acceso a una vivienda que satisfaga necesidades básicas inmediatas para entender el trasfondo de este hecho, ya que el concepto de vivienda digna también incluye otros factores como el económico-financiero, que por alguna razón queremos hacer de la vista larga, donde está intrínseco el derecho al acceso a costos dignos, a solvencia digna y a un trato financiero digno por parte de los bancos y financieras de vivienda, y ni se diga de un gobierno que debe procurar un ambiente digno y plausible de desarrollo social, que promueva la igualdad de oportunidades.

Vivienda, educación y soberanía financiera, luego economía de mercado. La equidad y movilidad social no es un tema de boga, es un tema que está ligado, se quiera o no, a la prosperidad económica de un Estado y esto lo han demostrado países como Chile y Uruguay en sus políticas de desarrollo económico, de la mano con el acceso a la vivienda. Sin embargo, como país aún seguimos pensando que el desarrollo o prosperidad urbano-económica está ligada al desarrollo puntual y la recreación de condiciones urbanas, en ambientes artificiales, segregadas del contexto al mejor estilo norteamericano de los 80. Casi podríamos decir que entre mayor segregación y separación del contexto país exista, mayor prosperidad económica va reflejar, sin importar al costo que sea. Si los gobiernos locales siguen promoviendo este tipo de desarrollos bajo políticas regionales de pared poco vinculantes, como grandes moños de regalo, no podemos pretender que la ciudad siga siendo un centro de cohesión social y con sanos índices urbanos.

La planificación y gestión territorial van más allá de una simple proyección mercantilista que una desarrolladora pueda aportar. Es inaudito que el sector privado sea el que dicte las reglas del juego cuando hablamos del tema general de la vivienda, donde se piensen proyectos, por ejemplo, desvinculados de las redes del transporte público, aumentando la incidencia de la individualización de la movilidad, aumentando cargas energéticas e impactando negativamente en zonas de alta vulnerabilidad ambiental, y no solo eso, ya que también se encuentran desvinculadas de redes de servicios y a distancias absurdas de los medios laborales, pero claro, esta no va a ser la estrategia de venta.

Debido a la falta de acceso, el financiamiento de vivienda por parte de una entidad estatal, cada vez le sede más terreno al sector privado, posee más requisitos y restricciones que los necesarios para entrar a “Los Alamos”; es interesante ver cómo la misma institucionalidad toma forma cada vez más de empresa privada, pero con una constante en la baja competitividad, de querer ser parte de un mercado inmobiliario bursátil, insostenible dígase de paso, pero con los pies descalzos. No es el sector privado el que deba dictar las reglas en cuanto al amplio tema de la vivienda; tampoco basta con la satanización del sector privado “per se” y la separación casi inmaculada del Estado, ya que es mediante el reconocimiento de actores, el reconocimiento recíproco, que se pueden desarrollar procesos de cambio estructural y ejecutar metas del país; pero, la regularización de este no es un tema de decisiones corporativas, sino de desarrollo humano.

Es sumamente difícil querer atacar problemas de fondo estructural, con acciones inocuas y poco vinculantes dentro de las agendas. El problema es que la ciudad en este país se está tornando un simple laboratorio, para que las clases burguesas de la academia y demás “colectivos burgueses” puedan tener un objeto de estudio, haciendo poesía, desde el café de recoleta.

 

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