Por Víctor Pereyra
Estudiante de Arquitectura
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Con el ingreso del cemento chino al mercado nacional, se ha despertado una gran expectativa sobre el alcance que esta decisión –en su momento, técnica– tiene o tendrá a nivel político. Es una expectativa promovida por el Ministerio de Economía que vende ante la opinión pública esta decisión como un atinado paso que “trasciende el escalafón económico del mercado” y, mediante esa deficiente lectura, se ha generado una aparente esperanza colectiva en cuanto a una sustancial mejora en el acceso a la vivienda en Costa Rica.
Como ya es sabido, al menos para los estratos académicos de este país, el amplio tema de “la vivienda” fue eliminado por completo de la agenda política hace varias décadas, pero con la noticia de la inserción de un nuevo mercado del cemento se ha retomado la discusión sobre el tema dentro de la discursiva gubernamental, aunque con carácter poco certero ya se están apostando todos esfuerzos en alcances que se quedan a la deriva.
Si el cemento chino es de menor o mayor calidad es una discusión técnica que los implicados tendrán que pugnar por resolver, pero la discusión de fondo (relacionada con un gobierno que procure un ambiente digno y plausible de desarrollo social, promotor de la igualdad de oportunidades y, por tanto, del acceso digno a la vivienda mediante políticas sociales y de regularización) no se está dando.
Sin embargo, las decisiones que implican al mercado inmobiliario trascienden sobre un aspecto tan específico como la rebaja en los costos del cemento, ya que los problemas del acceso a la vivienda recaen en temas como la tenencia de tierras, la regularización bancaria y financiera, la especulación inmobiliaria o la falta de incentivos o subsidios a las desarrolladoras de vivienda, claro está, por una falta de visión más compleja que implica una política de gestión integral de territorio o un afamado plan país, relacionado con una correspondencia a la igualdad de oportunidades, así como el espectro de la segregación socioespacial está determinado por la marginalización social. Son las decisiones políticas que no se toman las que transciende el espectro técnico.
¿Que el costo de la tonelada de concreto pase de 250 a 75 dólares y eso significa mayor acceso a la vivienda en Costa Rica? No, porque es una situación circunstancial y no necesariamente esta se vincula en la ejecución de la agenda del sector de bienes y consumo, ya que se estanca dentro del espectro de ganancia del sector privado.
Acceso a mercados más baratos es una premisa vital para los desarrolladores del país, ya que dilucida grandes aumentos en el espectro de ganancia del sector intermediario. Esto no sujeta al sector privado de propiciar una agenda basada en desarrollo y equidad social, en especial si evidenciamos que los costos constructivos como tales no son, al menos en este país, los que dan la última palabra sobre el costo de la vivienda.
Cemento más barato involucra una rebaja en los costos de construcción, sí, pero –como ya mencioné– esto solo se traduce, desde la postura empresarial, en mayor rango de ganancia y no implica directamente una rebaja en los costos de la vivienda en este país, debido que las decisiones sobre valor agregado no se ven atadas por los aspectos técnicos únicamente. Si no hay una política contundente que regule el mercado inmobiliario donde la agenda social colectiva pueda ser vinculante con las agendas del sector privado no se va a poder generar un ambiente de igualdad de oportunidades y esto implica una desigualdad en cuanto al acceso a la vivienda.
No se deberían instaurar falsas expectativas a un sector urgido por vivienda en el país afirmando que con la rebaja de los costos del cemento gracias a “determinantes” decisiones del ejecutivo van a tener una mayor posibilidad de optar por vivienda, si realmente, los actos administrativos concluyentes para que esto se dé no se están dando, ni se quieren ejecutar, y las decisiones tomadas se basan en condiciones únicamente de agendas de mercado e intereses corporativo-gubernamentales. Que si es un tema de gobernabilidad o no, es una reflexión determinante que debemos hacer antes de proyectar a tal escala los alcances de una decisión poco vinculante y no dejar que la reflexión se centre y enajene en el aspecto técnico, ya que las agendas políticas se mueven y se están moviendo bajo una lógica diferente.
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