Dice la sabiduría popular que nadie es imprescindible en los distintos quehaceres de la humanidad. Esto, en contexto, porque la sociedad siempre busca prevenir los faltantes materiales y espirituales reproduciendo el conocimiento; es decir, generando recursos de sustitución mediante la búsqueda de cuadros alternativos, tanto empíricos como teóricos –según la actividad en función-, o teórico-prácticos –que es la tendencia del desarrollo gnoseológico actual-.
No obstante lo anterior, y tomando en cuenta la dinámica real de la relación dialéctica entre lo humano prescindible (que parece dominar cualquier escenario) y lo imprescindible, hay ocasiones en que lo prescindible se transforma en su contrario. Si no veamos, por ejemplo, el papel que por años ha desempeñado el futbolista Messi en el club del Barcelona.Situación distinta se nos presenta cuando premeditada y alevosamente se construye una prescindencia falaz; esto es el caso en que algún “iniciado”, aprovechando su estatus social y económico o influencias politiqueras, se erige en figura imprescindible para gobernar. Pero, por favor, queridos lectores, no vayan a creer que por nuestra cabeza pasó la idea de ilustrar el hecho con algún Arias o Figueres quienes, concientes del sistema electoral tejido a la medida de los intereses de las oligarquías, saben que pueden elegirse (o reelegirse) y administrar Costa Rica con menos de un tercio del electorado nacional.
Entonces consideramos pertinente hacer un ajuste a la sentencia del saber tradicional y enunciar: “nadie es imprescindible hasta que no se demuestre o se intuya lo contrario”. Lo anterior podría demostrarse pensando en la posibilidad de que una tropa prescinda de las órdenes de su querido general, estando en la antesala de una batalla.
En condiciones semejantes a las del soldado que no prescinde de su general ante un enfrentamiento armado, estamos quienes nos sentimos heridos por la posibilidad de que la Dirección del Semanario cambie de rumbo filosófico-científico con la posible sustitución inconsulta de Laura Martínez, la cual arrastraría –esto es ley social- eventuales cambios cargados de incertidumbre en el equipo de trabajo.
Y si de cambios se trata, los marxistas respiramos todo tipo de transformación social en pro del bien común; o sea, no concebimos el cambio por el cambio, sino el cambio objetiva y éticamente discriminado. Por eso, si hacemos un balance de la gestión hasta hoy desplegada por la periodista Martínez al frente del Semanario, a pesar de las dudas tempranas, esta ha significado un cambio sustancial progresista en el estilo y contenido de UNIVERSIDAD. Rechazamos la eventualidad de volver a los tiempos en que algún “Amador” juzgaba y publicaba artículos de opinión con arreglo a la dinámica perversa de la Guerra Fría y en beneficio de alguno de sus bandos.
Ahora bien, ¿necesita cambios el Semanario? Claro que los necesita: “todo cambia”, decía Heráclito en tiempos en que nadie le comprendía. Como don Roberto Salom, soñamos con algunos cambios, pero también para hacerlos se requiere de recursos y apoyo que la Institución debe comprometerse a dar, si es cierta la intención de mejorarlo.
Entendemos y respetamos tanto la normativa institucional como los derechos que de ella asisten a las nuevas autoridades de la república universitaria. No dudamos de la potestad que la voluntad general concedió a los académicos Henning Jensen y Roberto Salom para que organicen su gobernanza –que no es poca cosa-. Pero sí consideramos asunto de suma delicadeza hacer cambios -por más “soñados” que estos sean-, en el hasta hoy más crítico órgano de la prensa nacional.
El Semanario UNIVERSIDAD es la luz escrita que desde la U se proyecta a todo un pueblo, aunque este aún no tenga acceso a ella. No olvidemos la valentía –entre muchas otras batallas- con que el Semanario iluminó a Costa Rica cuando la oscuridad del “memorando del miedo” en el fragor de la lucha contra el TLC; y el brillo de su luz no hubiese sido sin el respaldo incondicional de la comunidad universitaria.
Señores Rector y Vicerrector: un cambio repentino en la dirección de UNIVERSIDAD exige ser consultado desde la almohada hasta allende la Universidad. Hace mucho que el Semanario se convirtió en la voz del pueblo; por eso lo han estigmatizado y perseguido los enemigos de la justicia y del bienestar social; y nunca más que en la década pasada, que significó una prueba de fuego para la administración de Laura Martínez y su equipo de trabajo. Los tiempos aciagos del TLC mostraron la talla del periodismo objetivo, valiente y pluralista que ha caracterizado al colectivo de UNIVERSIDAD, liderado por la periodista Martínez. Sabemos, además, que hay razones geopolíticas suficientes para que la labor de la actual Directora de Universidad no haya cosechado los laureles merecidos; esto, porque vivimos en un medio que premia lo corrongo y no lo sustantivo.
Reconozcamos los méritos de Laura Martínez y consultemos sobre la conveniencia o no de su retiro de la Dirección del Semanario UNIVERSIDAD. Ya lo dice el pueblo: “lo cortés no quita lo valiente”.