Libertad como responsabilidad con el otro

Cuarenta y cinco años no se saltan ni con garrocha, máxime que no solo el embajador estadounidense Curtin Winsor sentenció a muerte a UNIVERSIDAD

“La victoria de la razón solo puede ser victoria de los que razonan”: Bertolt Brecht

Cuarenta y cinco años no se saltan ni con garrocha, máxime que no solo el embajador estadounidense Curtin Winsor sentenció a muerte a UNIVERSIDAD en los años ochenta, sino que fundó su propio pasquín que pagaba por repartirlo en los pasillos de la UCR para “matar” el Semanario. Sus seguidores, dentro y fuera de la alma máter, sabían que si ahogaban este periódico aniquilaban la libertad de cátedra, como derecho a pensar distinto a ellos. Esta libertad fue defendida a capa y espada por pensadores como José Manuel Arroyo, los doctores Rodrigo Gutiérrez Sáenz, Alfonso Trejos Willys, Isaac Felipe Azofeifa, Constantino Láscaris, Manuel Formoso…

¿Pero cómo configuraron estos humanistas otra libertad, sin permitir que la “libertad”, entrecolmillada, de quienes se hacían llamar demócratas, no terminara por esclavizarnos a todos? Tres décadas vividas en el Semanario me llevan a concluir que no es la “libertad” monetarista y neoclásica (la castigadora de los obreros por su culpabilidad en la inflación –según el economista militar, el argentino Álvaro Alsogaray, y siguió al pie de la letra , con menos luz, su igual Pinochet); ni es tampoco la “libertad” contemporánea de aquel funcionario del Departamento de Estado norteamericano que anunció “el fin de la historia”. No. Estos humanistas costarricenses jamás concibieron la libertad difundida por UNIVERSIDAD como sinónimo de la “libertad” diseñada por Milton Friedman y que, por ciento, su exalumno, André Gunder Frank (1929-2005), en una sustanciosa carta le dijese que la “ libertad” que le había enseñado era la “libertad” hitleriana.

La libertad que estos hombres me enseñaron tampoco es sinónimo de ausencia de obstáculos, recordando a Thomas Hobbes; ni es la “libertad” esa, que llega hasta donde permite la propiedad de mi vecino. He experimentado como abogado y periodista que esa equivocada “libertad” es la misma que permite la destrucción del ambiente, toma por asalto las reservas indígenas, privatiza las nacientes de agua, hace creer a las minorías en una supuesta “igualdad”, con solo integrarse al Estado vigente; es la misma que promociona la prostitución de todo tipo, hace del desempleo y el hambre un fin en sí mismo; es la misma que me hace creer que soy libre porque me permite estar en el nuevo “mal” bebiéndome un café. ¡Qué ironía, así me relativizan, me igualan, y luego, se ríen de mi ingenuidad!

Particularmente pienso que UNIVERSIDAD se ha batido con los tiempos porque la libertad – sin comillas- que imprimieron esos humanistas es la libertad a la rebeldía. Ellos sabían que la libertad defendida por la hoy denominada “sociedad abierta” no es otra que la misma que permite el control feroz de todos como colectividad, la que, paradójicamente, aplasta la verdadera libertad y nuestra vida cotidiana. Hoy, tras quince años de salir jubilado de esta querida publicación, así se los he dicho con nostalgia a mis hijas y nietos cuando sueño con el sonar de las teclas de mi vieja Remington; considero que en el concepto de Formoso, Carlos Morales, Azofeifa, Gutiérrez Sáenz, el valiente exrector Carlos Monge Alfaro, quien se fajó varias veces con los analistas de La Nación, y los derrotó con asombrosa altura, Trejos Willys, etc., de convertir a UNIVERSIDAD en el “periódico más libre de Costa Rica”, no es otro que el de mi libertad está garantizada por las otras personas, en la medida que actúe con responsabilidad ante mi colectividad; en contraste con la “libertad” esa que me enseñaron en la escuela rural José María Zeledón, como ausencia de obstáculos. Libertad para este mortal es actuar pensando en el otro, en términos parecidos a los planteados por el ginebrino Jean-Jacques Rousseau antes que el filósofo alemán lo privatizara. Hoy considero particularmente que el Semanario no pudo cerrarlo el exembajador gringo y su pacotilla acá (ver libro: Y no los dejen respirar del exdirector de UNIVERSIDAD, Calos Morales), porque me inculcaron una libertad como conciencia de necesidad que va más allá de esa necesidad material del mercado, de la necesidad del trabajo subvalorado, para luego despojarme del ser social que me pertenece. Es la libertad de soñar con la rebeldía y de la transformación profunda, constante; y pienso que en la medida que UNIVERSIDAD no olvide esta libertad tan verídica, que es la misma que no tolera en mí la esclavitud como pueblo, habrá Semanario quién sabe por cuántos siglos.

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