No cabe duda que fue muy duro para los jugadores costarricenses trabajar con Jorge Luis Pinto. Parece evidente que tiende a excederse en su actitud perfeccionista y rigurosa. Pero pienso que, sin querer disculparlo de sus errores, quizá no había otra manera de lograr lo que se logró. La cultura del pobrecitico no se remueve con caricias.
Uno se imagina que esa relación de trabajo entre entrenador, cuerpo técnico y jugadores (sin hablar de los llamados federativos) ha de haber sido una mezcla de orden estricto, pulida estrategia y exabruptos. Pero, ya lo dijo mejor que nadie Martí, refiriéndose a los libertadores suramericanos: «Se les debe perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz».Es por eso que no quiero sumarme al coro de los detractores de Pinto. Apunto más bien al hecho, que parece ser muy claro, de que nadie dijo nada del entrenador mientras se encontraban en el proceso, antes y durante Brasil 2014, porque a los involucrados no les servía hacerlo. Todo mundo sabía que sin Pinto se iba a lograr muy poco. Ahora que todo terminó, con una Costa Rica revestida de gloria en el plano futbolístico, brota el escándalo. Esto se llama hipocresía, utilización, pero sobre todo se llama mal agradecimiento.
De qué modo esto refleja una característica de nuestra sociedad, es el tema clave a mi entender. ¿Es casual que se reaccione así en las altas esferas del fútbol, frente a un hecho humano y deportivo tan complejo como son las falencias en la personalidad rica y contradictoria de un entrenador que demostró ser sumamente talentoso y eficaz en su labor?
Parece obvio entonces que la pequeñez, la estrechez mental y la mezquindad, dominaron en todo el manejo de la situación. Pero lo que más llama la atención es que los dirigentes deportivos den una versión simplista de los hechos, como si fuera fácil borrar de nuestra memoria colectiva el papel de don Jorge Luis en la conducción estratégica de la hazaña deportiva y humana que los muchachos realizaron. Al respecto es bueno recordar el consejo que el pintor Teodorico Quirós daba a un aventajado discípulo: “Cuando hagás una obra maestra en nuestro medio, dejá deliberadamente un defecto sin corregir en alguna parte… para los miserables…”; Jorge Luis Pinto debió saberlo.