El presidente de Amnistía Internacional, en una reciente entrevista en CNN, hizo alusión a que la muerte de Gadhafi era una especie de advertencia de lo que podía pasarles a sus amigos, también tiranos, en diferentes partes del mundo. El periodista de CNN no pudo contener la satisfacción que le produjo tal aseveración. Es posible que esa reacción no se habría dado si el entrevistado se hubiese atrevido a señalar que también los banqueros del mundo deberían poner las barbas en remojo.
Los indignados vienen pidiendo a gritos que se pare la fiesta de los banqueros, quienes han hecho de la financierización de la economía, con su consecuente sesgo especulativo, el gran negocio de nuestros tiempos. Los bancos siguen capitalizando, poniendo sus arcas al servicio de los grandes negocios, mientras las pequeñas y medianas empresas son tratadas como pordioseras, en un mercado de capitales que sigue esa misma lógica acumulativa, rentista y especulativa. No hay banca nacional ni internacional al servicio del desarrollo y la solidaridad, para impulsar las actividades productivas y ofrecer fuentes de trabajo digno para las nuevas generaciones.La crisis del 2008 en los Estados Unidos fue paliada oxigenando a los bancos, es decir, poniendo más plata en las mismas manos de quienes habían hecho piñata. Mientras tanto, este mismo país se sigue endeudando y la única medida que se impulsa es contener el gasto público, sin deparar en los costos sociales. Nuevamente, se blinda a los ricos para que quienes paguen la deuda sean los pobres y las clases medias.
Nuestro país ha seguido el mal ejemplo, para beneficio de banqueros y sectores privilegiados. Convertido en un paraíso fiscal, ha venido sirviendo a los intereses de inversores extranjeros y abriendo puertas para la evasión fiscal. Con la propuesta de renta global y mundial en el proyecto de reforma fiscal que se está debatiendo en la Asamblea Legislativa, según destacados economistas, se busca introducir correctivos. En buena hora. Sin embargo, persisten las resistencias a los impuestos a las zonas francas que privilegian a un sector económico poderoso.
Por otra parte, hemos sido un país ejemplo en el mundo de espíritu solidario para encarar situaciones críticas, como las propias del período de posguerra en los años cuarenta. En este sentido, aún con las limitaciones propias de una mala gestión en salud y seguridad social, que esperamos también se corrija cuanto antes, podemos mostrar logros sustantivos.
Hace falta que la clase política, empresarial y trabajadora cierre filas alrededor de una reforma tributaria que recoja y proyecte con visión de futuro ese espíritu solidario que hace parte de lo más valioso de nuestro patrimonio ético y sociocultural, y que en buena medida marca la diferencia con respecto a sociedades más excluyentes y desiguales.
Sí, les llegó la hora también a los banqueros y a quienes están vinculados al mundo de los grandes negocios de poner las barbas en remojo.