Maltrato animal y la pena de prisión: ¿La solución correcta?

“Las leyes inútiles debilitan a las necesarias”, esta frase la pronunció Voltaire a mediados del siglo XVIII; haciendo mención a la existencia

“Las leyes inútiles debilitan a las necesarias”, esta frase la pronunció Voltaire a mediados del siglo XVIII; haciendo mención a la existencia de leyes que no cumplían con el fin de regular la sociedad de la manera adecuada, con las cuales se pierde la razón misma del derecho y quedamos frente a una sociedad regulada por normas inútiles.

Desde los principios de la humanidad hemos buscado encontrar el castigo contra conductas dañosas, pero ese deseo punitivo ha venido en aumento con la masificación de los medios de comunicación y la manipulación de la opinión pública por parte de actores políticos y económicos.

Actualmente, la pena de cárcel aparece como la supuesta solución a todos los males que aquejan a la sociedad, desde un simple hurto sin violencia, hasta el más grave acto de terrorismo. No obstante, la experiencia ha demostrado que no es la pena de cárcel la mejor solución ni que con ella se logre el objetivo de no sólo castigar al delincuente, sino la de evitar una futura comisión del hecho socialmente dañoso.

En este momento, el país vive una creciente ola de actos de maltrato animal y cada día se propugna con mayor fuerza, por parte de muchos actores sociales, la regulación con pena privativa de libertad a los actos de agresión, mutilación y maltrato animal.

Estos actos por sí solos son detestables, reprochables y son un llamado de alerta para la sociedad en general, ya que anuncian la existencia de una enfermedad social degenerativa, producida por la exposición a la violencia diaria y reflejan una escaza educación en valores y humanismo.

No obstante, así como la existencia de sanciones penales en contra de los robos y la venta de drogas no han demostrado frenar el crecimiento de estos delitos, así tampoco la sanción con altas penas de prisión prevendrá la comisión de futuros actos de maltrato animal.

En este punto, he de decir que sancionar con cárcel a los agresores de animales, está muy lejos de ser la solución correcta a este fenómeno.

Los actos de agresión y maltrato animal son manifestación de conductas socialmente anormales dentro de la mente de una persona. Son potenciales agresores, homicidas y muestran una escasa formación en valores del agresor.

La lucha entonces no debe enfocarse en aumentar la cantidad de presos en las cárceles, ya de por sí sobre pobladas, sino que la propuesta debe ser la lucha integral e interdisciplinaria, no solo para castigar al agresor, sino para educar y rehabilitar bajo el único fin de evitar un futuro acto de agresión.

En este sentido, es necesario el fortalecimiento en valores, en educación y la concientización de que estos actos son atroces, reprochables e incorrectos.

La pena de cárcel jamás sería la solución. Si queremos evitar que estos actos sucedan en el futuro, es necesario no castigar a la persona privándole de su libertad, sino imponiéndole multas cuyos dineros sean destinados a programas que atiendan animales en peligro. Si queremos que el agresor nunca vuelva a cometer el acto, es necesario obligarle a realizar horas de servicio en la protección de los animales; si deseamos erradicar este mal, debemos demostrarle al agresor no a temerle al sistema penal, no a odiar a la sociedad; debemos demostrarle la gravedad de sus actos y darle la opción de que, a través del trabajo y el contacto animal y humano, aprenda a convivir sanamente con los animales y los demás seres humanos que lo rodean.

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