Mons. Thiel… ¡¡¡está de moda!!!

Mons. Bernardo Augusto Thiel. Nació en la Renania alemana el 1 de abril de 1850 y murió a los 51 años

Mons. Bernardo Augusto Thiel. Nació en la Renania alemana el 1 de abril de 1850 y murió a los 51 años en Costa Rica, el 21 de septiembre de 1901. “Alemán de clara y potente mentalidad”, “uno de los más esclarecidos varones que hicieron de su vida un sendero luminoso al servicio de Dios y de la Patria”, así lo definieron algunos de sus biógrafos. Se nacionalizó costarricense y por defender a la Iglesia y a los trabajadores costarricenses, sobre todo a los más pobres, fue perseguido y odiado por otros costarricenses.

Ideó algunos de los medios de comunicación social católicos en Costa Rica, cuando nadie soñaba con ellos, entre ellos El mensajero del Clero y el Eco Católico, algunos persisten hasta hoy. Historiador de los pueblos y de las costumbres de los indígenas nacionales organizó visitas muy periódicas a esas poblaciones y aprendió su lenguaje, les facilitó la enseñanza y escribió sobre ellos con la intención de explicar sus vidas y sus maneras de ver el mundo. Así, unía mundos. En esencia era un defensor a ultranza de la fe católica y de la justicia social que, para ser auténtica y buena, estimaba que debía nacer en los fundamentos sociales de la caridad cristiana.

El 1 de diciembre del 2014, el Dr. Gustavo Soto, filósofo y docente de la UCR, publicó un voluminoso libro, por su tamaño y profundidad de contenidos llamado El pensamiento social y político de Monseñor Bernardo Augusto Thiel. Lo publicó la Litografía Lil, ya casi benemérita. Es un tomo de 807 pp. y de 25 X 18 X 4,5 cm. Un libro además bellamente ilustrado, ofrece cuadros, fotografías, resúmenes y extractos, lineamientos históricos, comentarios y explicaciones, y la monumental recopilación de 35 cartas pastorales, incluida la más famosa y difundida de ellas, la número 30, la dedicada al Justo Salario.

Thiel fue un obispo católico, de la congregación de los misioneros alemanes lazaristas o paulinos, de profunda fe y probada caridad cristiana, tan profundas como para defender a los pobres en su pobreza y para exigir rectificaciones a quienes implementaban teorías y disposiciones en contra de los demás y por eso del ejercicio de la caridad. Se oponía con fuerza y con ideas a los embates teóricos y prácticos de sistemas políticos y económicos que negaban de alguna forma a Dios, a la caridad, a la dignidad humana, y por todo eso, a la caridad con los demás y consigo mismo. Se opuso a una sociedad sin justicia social, porque previamente esa sociedad se ha opuesto a Dios y al amor cristiano. Fue un verdadero pastor, no dudó en exponer su vida como riesgo grave por defender a sus ovejas.

La carta 30 no ha perdido actualidad, al igual que las otras en mayor o igual medida. Incluso su última carta llamada “la carta ecológica”, que escribió muy pocos días antes de su muerte, y cuando tampoco nadie pensaba en esos temas.

Él lo sabía muy bien, y así se puede entender cuando se leen sus cartas pastorales, no basta decirse cristiano para serlo, ni decirse o considerarse político o un buen político para serlo. Es muy necesario y casi de obligación afirmarlo y atestiguarlo con las acciones, con un testimonio de vida que se traduce en caridad rotunda y efectiva para con todos, incluidos los todos que vendrán en el futuro.

El Dr. Soto ha hecho posible que se tenga acceso a ese conjunto de cartas pastorales, a esas argumentaciones a favor del prójimo, del ser humano. Felicitaciones al Dr. Soto por recopilar y difundir las ideas que tejió con la tinta, con su vida y su pronta muerte el obispo Thiel. Gracias por recordarnos, junto a Thiel y sus cartas, que el ser humano no solo es valioso porque es ser humano, sino porque también es la más cercana y real imagen de Dios mismo. El ser humano vale como hombre y vale como imagen de Dios. En ninguno de esos campos humanos puede ser mancillado ni suprimido.

Lástima grande que muchas veces quienes se afirman como políticos y defensores de los demás ayer, hoy y siempre, se envalentonen contra todo lo divino y lo humano; y además de esto no se dignen leer a Thiel o ni siquiera le conozcan y para tragedias máximas tampoco tengan el coraje suficiente como para vivir con consecuencia de vida y por eso demuestran cobardía al no escribir con su vida y con su muerte las causas que dicen representar. Hay que tener algo muy especial en la sangre y en el alma para morir en el sufrimiento y ser consecuente con la vida de uno cuando la vida está al servicio de un Reino Inmortal que empieza siendo mortal.

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