Nicaragua, hechos y responsables

El 6 de noviembre del 2011 Daniel Ortega consumó su ambición de poder al ser elegido por tercera vez en el cargo para presidente

El 6 de noviembre del 2011 Daniel Ortega consumó su ambición de poder al ser elegido por tercera vez en el cargo para presidente con el 63% del porcentaje de votantes inscritos. Dicho porcentaje refleja una de varias verdades, entre ellas, que el pueblo de Nicaragua lo quiere como máxima representación popular de su país. De ello se deduce que la invasión militar que ordenara Ortega sobre territorio costarricense el 20 de octubre del 2010, le dio frutos maduros a su campaña electoral.

Organismos internacionales y observadores independientes concuerdan en que las elecciones fueron fraudulentas, amañadas y apañadas de corrupción para que Ortega y familia, más los grupos de testaferros que lo sostienen y apoyan, siguieran en el poder por cinco años.

Hubo reclamos de los opositores, inclusive cuatro muertos oficiales, pudieran ser un máximo de cinco, hombres sanos y patriotas, matoneados por la policía política de Ortega.  ¿Y? Cuatro muertos no son nada para el botín político y económico que se amarra. ¿Y la comunidad internacional? Calladitos, nadie va a hacer nada. ¿Por qué?

 

Nicaragua es una mina de riquezas materiales y comerciales en la agenda de países y empresas transnacionales de toda índole y procedencia nacional y planetaria.

A Ortega nadie le quitará los regalos económicos cuantificados en millones de dólares provenientes de países y organismos, de los cuales se embolsa una tajada significativa en inversiones privadas a través de empresas fachada; todo lo contrario, se los endulzarán y aumentarán porque la dictadura está más fuerte que nunca y lo que está en juego es una ficha geopolítica, económica, comercial y militar de grandísima envergadura.

 Ortega lo sabe y sus compinches lo acuerpan porque se benefician directamente con su obediencia; los otros también lo tienen en su cortejo y cuidan la presa, el negocio, el punto político y militar mundial; todos de a calladito, lisonjeros, diplomáticos, calculadores, pacientes, embajadores, afilando uñas y lapiceros para las firmas de los llamados convenios de cooperación, alianzas, discursos conjuntos, repartición de queques, misas ateas y demás conjunción de intereses sin derechos humanos, alabados y bendecidos por el que los nicas patriotas han llamado el cardenal del diablo, un monseñor Obando y Bravo, en franca discordia con la Conferencia Episcopal de Nicaragua que siente la sangre pervertida en la llaga del pueblo más humilde, sincero y trabajador.

Por eso es que Costa Rica nunca recibió un apoyo abierto y decidido de la Organización de Estados Americanos, de la Unión Europea, de los países de Centroamérica (Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador), ni del Caribe, cuando pidió condenatorias firmes y contundentes ante la invasión y los invasores. Solo Panamá lo hizo, porque sabe que Costa Rica es el muro de contención a la expansión imperial que pretende Ortega con sus “hermanos” Chávez de Venezuela, Castro de Cuba, Correa de Ecuador, Morales de Bolivia.

Solitaria Costa Rica, aunque llena de bendiciones por la mayoría de la diplomacia continental, atinó a su fuerza única -moral y legal-, tomando objetivo cierto y acción en la diplomacia informativa y la denuncia ante la Corte Internacional de Justicia, donde al iniciar diciembre del 2011, presentó oficialmente el caso, de acuerdo con los formatos y tiempos que la misma Corte le asignó.

En la diplomacia y en el derecho internacional, Costa Rica se juega su carta fundamental para recuperar el territorio agredido y técnicamente ocupado por los militares fascistas de Ortega y sus juventudes fanáticas formadas ideológica y militarmente en el club privado, de los Ortega y secuaces. 

En conclusión del resultado de las elecciones presidenciales de marras, donde los Ortega también dominan alcaldías, todo el aparato político, administrativo y militar, Corte Suprema de Justicia, Asamblea Nacional y el mundo empresarial alineado a sus intereses del dinero como sumo imperio, EL PUEBLO DE NICARAGUA cifrado y legitimado por las Naciones Unidas en el 63% de votos positivos para la continuidad de poder de la familia Ortega, es responsable, ideológica, civil y militarmente, de la invasión que hicieran a Costa Rica el 20 de octubre del 2010, no es Ortega y los tentáculos de su Ejército Popular Sandinista, sino todos.

A todo ese pueblo debemos repudiar y mantener a raya, porque no han levantado su voz sistemáticamente y sostenida, en contra de la invasión, todo lo contrario, apoyan cercenar y apoderarse de un segmento del territorio de Costa Rica.

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