El abuso de esta droga produce la forma más potente de adicción, debilita las defensas, aumenta el colesterol malo y los triglicéridos, disminuye la elasticidad de los tejidos, provoca varios tipos de cáncer, hipertensión, envejecimiento precoz, afecta la vista, produce obesidad, acidez, indigestión, predispone al alcoholismo, diabetes, caries, gingivitis, aumenta el riesgo de gota, enfermedades por hongos, piedras en la vesícula, alergias, toxemias, hígado graso; disminuye la motilidad intestinal, afecta la absorción de las proteínas, daña los riñones, páncreas, hígado… y causa al menos otras 60 patologías parecidas o más graves.
Hablamos desde luego de la droga más consumida en todo el planeta, el azúcar, basados en irrefutables pruebas médico-científicas y la más moderna revisión literaria médica. Pero aún es de venta libre y no está incluida en la guerra contra las drogas.Esto demuestra que la prohibición de las drogas no se da por el tipo de sustancia, ni por los daños que produzca en el organismo o en la sociedad; se da exclusivamente por los intereses de los políticos y de los narcos que, mancomunados y totalmente de acuerdo, están viviendo como reyes de tal prohibición, ambos con el respaldo del Estado. Perderían su brillante negocio; y tendrían que trabajar por primera vez en su vida para ganarse el sustento honradamente, si la guerra se acabara al establecerse la venta libre de todas las drogas.
Hace muy poco, en Uruguay, allá en el cono sur, se eliminó la prohibición de algunas drogas; pero pareciera que a nuestros amos del norte eso no les asusta, ya que esta guerra contra las drogas está establecida de Colombia hacia el norte, entre Centroamérica y México; guerra perdida desde que se inició hace muchos años. Sucede que los políticos de los grandes países que más las consumen, piensan que mientras esa guerra no se libre directamente en su territorio pueden prolongarla ad infinitum en su provecho; pero para nuestros países, y especialmente para Costa Rica, el asunto es muy diferente: El campo de batalla son nuestras ciudades, mares y territorios; estamos aportando soldados y muertos, sean policías, “burros”, drogadictos o compatriotas inocentes que nada tienen que ver en la lucha. Aparte de eso aportamos millones de dólares de nuestro presupuesto, que los políticos le exprimen a los ciudadanos en forma de impuestos, para aparejar tropas de combate y otras inutilidades; y aportamos la conciencia y la desesperanza de que luchamos una guerra perdida desde hace muchos años para proteger a países superdesarrollados.
Es una posición muy cómoda para las autoridades de esos países norteños que, mediante pactos con legisladores serviles, hagamos aquí leyes a su favor que afectan las libertades ciudadanas de los costarricenses; que les entreguen la droga incautada; o los presos que quieran, ya sean compatriotas nuestros o no, para juzgarlos a su manera; que les concedan permisos, también serviles, a sus barcos y aviones para venir a dar órdenes; todo para que más políticos suyos y nuestros lucren y gocen de más prebendas; esfuerzo que hacen los pueblos solamente a cambio de más luto, miseria y esclavitud. Con tan raquíticos medios apenas enfrentamos esta guerra, descuidando la seguridad ciudadana, la criminalidad casera, y empobreciéndose los de a pie; mientras se enriquecen los políticos y los que participan del negocio.
Ya que la liberalización de las drogas es cuestión solamente de oportunidad política y no avanza, o avanza con tortuguismo irritante, la mejor idea y sugerencia que he escuchado para paliar y solucionar en parte nuestro problema es sencillamente no hacer nada al respecto; que los países que quieran protegerse y librar esta guerra, vengan aquí y la libren con sus propios medios, ya que los tienen de sobra; y que también aporten sus soldados y sus muertos. Cederles el campo de batalla, el territorio nacional, es suficiente ayuda; pero medios y soldados deben aportarlos ellos.
No sigamos cubriéndoles la espalda a esos países a cambio de tanto dolor. Esta sugerencia para un nuevo gobierno, requiere de pensamiento, consenso y sobre todo de valentía y antiservilismo; pero es urgente y posible, gracias a que la verdad y la realidad de la situación merecen el cambio.
La delincuencia total,
A las drogas hoy unida,
Y en industria convertida
Del político y del narco,
Con el Estado por marco,
Es nuestra forma de vida.