Hace pocos días, me disponía a realizar los diversos trámites obligatorios para poder cumplir con los requisitos para graduación en el Sistema de Estudios de Postgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica.
Dentro de dichos requisitos está el cumplimiento de aprobación de un examen en uno o más idiomas extranjeros; es así como me aprestaba a realizar la matrícula de un curso de lengua inglesa para cumplir con dicho reglamento, curso del cual había sido abierto directamente por el SEP y que se impartía en la Escuela de Lenguas Modernas.
Conseguir un cupo fue algo imposible, imposible no porque no hubiese espacios disponibles para matrícula, sino simplemente porque el sistema no lo permitía. Expuse mi caso ante diversas instancias (ante mi posgrado, el SEP y ante la escuela de Lenguas Modernas), y la respuesta siempre fue la misma: “No se puede, y en tal caso, eso le corresponde a…”.
Hice todo lo que estuvo a mi alcance, y sin embargo la negativa con todos los funcionarios que consulté fue siempre la misma. Parecía que todos estaban mentalmente conectados, “No se puede”, fue la palabra mágica que escuché.
Todo ello me ha llevado a analizar lo sucedido, y de ello logro comprender lo difícil y complicado que resulta ser el sistema tanto universitario como el sistema estatal. Es generalizado que la forma de actuación y filosofía del burócrata ante un problema sea el de responder que las cosas no tienen solución, y comúnmente transfieren la responsabilidad a un tercero, y éste la transfiere a un cuarto.
Al final la cadena termina siendo tan grande y complicada que la solución de un problema simple nunca se alcanza.
Lo peor de todo es que la mayor parte de las soluciones no se logran dar por simple y sencilla falta de voluntad. Esa voluntad que las clases bajas, intelectuales y población en general le atribuyen a los políticos de este país: “falta de voluntad política”.
El entrabamiento en Costa Rica es generalizado, no falta una sola instancia del Estado donde a los usuarios se les diga: “No, no se puede, mejor consúltele a fulano de tal”.
Yo le pregunto a los funcionarios públicos, ¿Por qué exigen respeto y voluntad a los políticos, si ustedes mismos no son capaces de tener voluntad en solucionar los problemas del pueblo que pagan sus salarios?
Esta falta de voluntad en todos los niveles fomenta la corrupción, pues al no haber una salida, lo más fácil es la vía del soborno o el pago de favores.
Entonces, la corrupción de la clase política es tan solo la epidermis del problema. La corrupción se fomenta desde el empleado más bajo en la jerarquía del Estado.
La sociedad costarricense ha engendrado una filosofía colectiva donde por naturaleza las cosas fáciles tienden a ser transformadas en difíciles, donde lo nuevo, el talento y las ganas de surgir son aplastados por el sistema.
Surgir como nuevo empresario en este país es realmente difícil, ya que el “No se puede” está presente a donde quiera que vayas. En el mejor de los casos se nos pone miles de trabas, trámites absurdos, impuestos, tributos etc.
Lo más cínico y descarado es que sigamos criticando a la clase política con sus ya conocidas actuaciones, sabiendo que desde los niveles más bajos se está alimentando al monstruo de la corrupción y generalizando un país donde el “No” es la frase más popular.
El cambio se inicia por cada uno de nosotros, independientemente donde uno se encuentre y de si se es un privilegiado o no. Si solamente todos tuviésemos voluntad por hacer las cosas bien y a tiempo, este país dejaría de ser lo que es hoy.
Ya que es sumamente penoso saber que aunque no tenemos ejército y por ende no gastamos los millones de dólares en compra de armas que si tienen el resto de países de la región; aún seguimos siendo tan o más pobre que muchos.