Nuestra responsabilidad con la educación pública

A todas luces, esta publicación del Estado de la Educación nos interpela directamente. La Universidad de Costa Rica (UCR) tiene una obligación con la

La edición del  11 de setiembre de este Semanario da cuenta de algunos hallazgos contenidos en el IV Informe del Estado de la Educación. Destaca este periódico la falta de conexión e impacto entre las mejoras alcanzadas en los últimos años (financiamiento y cobertura) y la calidad del sistema de educación público de nuestro país. También el Semanario evidencia que el IV Informe cuestiona la calidad en la formación docente; que la violencia impide a estudiantes cumplir con sus deberes y que la exclusión (celebro que se utilice el término exclusión en vez de deserción) se debe a otros factores además del económico: abandono por parte de los y las docentes, lejanía geográfica con el centro educativo y género. El Informe además señala, nuevamente, deficiencias en infraestructura física y digital, y propone establecer una gestión por resultados en el Ministerio de Educación Pública MEP. En síntesis, el estado de nuestra educación pública (a pesar de los logros que se reconocen) deja mucho que desear. Dos de los desafíos que se plantean en este informe se refieren específicamente a la educación superior: fortalecer la evaluación del desempeño e impulsar un diálogo nacional sobre la pertinencia y la calidad de la educación universitaria.

A todas luces, esta publicación del Estado de la Educación nos interpela directamente. La Universidad de Costa Rica (UCR) tiene una obligación con la educación pública nacional, pero la gran variedad de carreras, programas, proyectos e investigaciones con que contamos en la actualidad, evidentemente no están siendo pertinentes ni tienen el impacto deseado. Da la impresión que aquí dentro, estamos en un activismo muy peligroso, basado en pensamiento generado en el siglo pasado. La formación de docentes que estamos ofreciendo, fue diseñada hace décadas y las mejoras que se le han hecho en las pasadas décadas o ya no rinden para el mundo que estamos enfrentando. Parece que no nos hemos dado cuenta de que el conocimiento evolucionó, la tecnología llegó a las manos, y a las aulas llegan estudiantes con nuevas formas de aprender y con expectativas que muchas veces no comprendemos. Es urgente una revisión radical e innovadora, aun de aquellas carreras cuya calidad mínima ya ha sido acreditada. En relación con la formación docente para la educación inicial (0-8 años) tenemos que avanzar (y con ello dar el ejemplo), de acuerdo con los hallazgos de las neurociencias y las políticas internacionales al respecto; en educación primaria, tenemos que flexibilizar el currículo y en educación secundaria necesitamos fortalecer el aprendizaje de la disciplina y movernos hacia una verdadera interdisciplinariedad. Pero nuestro compromiso con la educación pública nacional trasciende por mucho la formación docente, sobre todo tomando en cuenta que somos la única universidad con representación ante el Consejo Superior de Educación (CSE). En la UCR tenemos mucho que ofrecer para que se mejore la infraestructura física y digital en las instituciones educativas públicas; para que la gestión del MEP se base en resultados; para que la administración de los centros educativos sea financieramente sostenible; para que se repiense la evaluación de los aprendizajes en un mundo digitalizado; para que se llegue a acuerdos nacionales que conviertan la Educación Pública en Política de Estado. Como hemos comprobado repetidamente, las resistencias (internas y externas) para cambiar son muchas, son fuertes y son poderosas. Por eso,  asumir un compromiso proactivo con la educación pública nacional significa también asumir riesgos. En ese sentido, debe ser un esfuerzo institucional, que incluya todas las tres acciones sustantivas de la UCR, todas las  áreas, disciplinas y unidades académicas. Se trata de atender una dimensión estratégica de la sociedad costarricense y se requiere del concurso de todo el talento institucional. No es posible seguir delegando esta enorme responsabilidad en los hombros de una sola unidad académica.

Y por supuesto, tenemos que responder de manera honesta pero crítica, a las menciones que tiene el Informe para la educación superior, en general. Cuatro hallazgos se mencionan: i) el aumento en la cobertura no ha sido acompañado por una mejor distribución de las oportunidades de acceso; ii) la oferta de la educación superior no es pertinente para satisfacer el mercado laboral; iii) no existen datos para saber si las investigación científica y tecnológica está articulada al sector productivo y iv) la cultura de evaluación para el mejoramiento de la calidad no ha permeado en la comunidad de la educación superior.

En síntesis, no podemos dejar pasar el IV Informe del Estado de la Educación. Tenemos que conocerlo a fondo y actuar decididamente, con respuestas pertinentes y de impacto para el mundo en el siglo XXI.

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