No debemos dejar que la democracia se convierta en un puñado de palabras retóricas. José Saramago.
Hoy la campaña electoral está plagada por planes de gobierno ausentes; pareciera que estas lagunas sólo con en el paso de los meses se aclararan. Esta falta de planificación tan común en la administración de lo público, es una evidencia más de que la “fiesta electoral” recae en personajes oportunistas, que al paso de los acontecimientos se camuflan y generan espontáneamente las ideas mas convenientes, escondiendo así los intereses que defienden. Ante la ausencia de planes de gobierno, la duda es ¿cómo fueron elegidos los candidatos?
Resulta muy cómodo para algunos políticos, que disfrutan de su posición e influencia, difundir una retórica muy amable y distorsionada sobre la conveniencia y la excepcionalidad de la “vía costarricense”, un país de tolerancia, respeto, institucionalidad y transparencia, de arraigo campesino y pacífico; esta enumeración está más cercana a un panfleto turístico, que al proceso histórico de un país.Otros candidatos recurren a imágenes y personajes del pasado, una especie de necromancia política, aludiendo a herencias de dinastías políticas; ser hijo o hija de alguien garantiza su idoneidad, practica muy común en la política aristocrática, cuando según la descendencia y apellido, garantiza genéticamente una valoración superior al promedio de los ciudadanos.
Y están los políticos expertos en captación de votos; ven al electorado como un público cautivo, en espera de encontrar el mejor slogan para atarlos, y así permitir relaciones oportunistas de movilización y manipulación; estos mecanismos no buscan favorecer espacios de diálogo e incidencia ciudadana, sino legitimar figuras políticas ficticias. Claro, no obviamos la posibilidad de una mezcla de estilos; en este caso la izquierda suele ser especialista en transformismos, que reproducen los mismos errores que juraron combatir.
Parece realmente un mal chiste escuchar desde el crisol de partidos políticos, cómo durante seis meses construirán junto a la ciudadanía sus proyectos de gobierno, consultando pueblo por pueblo, pero convenientemente dentro de la campaña electoral, el oportunismo se vuelve a manifestar, la democracia representativa se camufla ahora en espacios participativos para difundir ideas y planteamientos nacidos de sus ocurrencias y clichés; así pueden gestionar las observaciones que nazcan en este periodo, y desvelar junto a la ciudadanía ese enigma llamado plan de gobierno, en otras palabras: reaccionar según el rating de opinión.
Es curioso este advenimiento participativo, pero las preguntas más importantes son: ¿dónde estaban estos participativos partidos políticos en los últimos tres años?, ¿por qué no empezaron proyectos consultivos desde hace dos o por lo menos el último año?, ¿por qué no desarrollaron antes estos flamantes procesos participativos, para generar los insumos para las políticas públicas? Con estos esfuerzos definirían en primera instancia el contenido de su plan de gobierno, y serviría además como guía para la elección del candidato; debe ser vergonzoso reconocer que la elección del candidato partió de oportunismos de linaje familiar o aprendiz del hombre emblemático del partido; lo único claro es lo lejos que están los procesos partidarios de una inclusión ciudadana.
Todo proceso participativo exige no sólo la recolección de información, y sistematización de esta, sino que lleva la importante tarea de validación con los y las participantes, en una gestión compartida donde construyen y reconstruyen la propuesta, un entramado de socialización y discusión constante, pasa así generar también las responsabilidades entre los diversos actores. La evidente falta de voluntad reflejada en los partidos políticos demuestran únicamente el uso oportunista de este cliché; la participación, para camuflar y legitimar sus verdaderos intereses.
¿De dónde salieron estos candidatos y sus partidos? No han podido concretar en los últimos años programas coherentes y mucho menos participativos; pareciera que el oportunismo es la imagen reinante de la democracia representativa; buscan como opción teatralizar espacios participativos a través de procesos de pseudoconsulta, caracterizados por mecanismos de manipulación y propaganda, una muestra más del oportunismo en democracia. Sin embargo, la incidencia de los y las ciudadanas seguirá siendo la tarea pendiente en esta democracia costarricense.